¿Cuáles son las fases del duelo del divorcio?
Un divorcio es devastador. Primero te niegas a creerlo, luego viene la rabia, un torbellino de ¿por qué a mí?. Intentas negociar contigo mismo, con la realidad, con el vacío. La tristeza te aplasta, te hundes en la depresión. Finalmente, poco a poco, con el tiempo, aceptas. Es un proceso doloroso, un camino propio, no hay atajos ni fórmulas mágicas. Cada lágrima cuenta, cada paso es una victoria.
¡Ay, el divorcio! Uf, solo pensarlo se me eriza la piel. ¿Las fases del duelo? Bueno, a ver, no hay un manual, ¿verdad? Pero si tuviera que contártelo como si estuviéramos tomando un café, te diría que sí, hay un patrón, aunque cada uno lo vive a su manera.
Primero, la negación. Es como si te dijeras: “No, esto no está pasando. No me puede estar pasando a mí”. Recuerdo cuando mi amiga Ana me llamó para contarme que se separaba. Yo, de verdad, creía que era una broma pesada. ¿Ana y Pedro? ¡Si parecían la pareja perfecta!
Luego viene la rabia. ¡Ay, la rabia! Un volcán en erupción. ¿Por qué a mí? ¿Por qué me hizo esto? ¿Por qué no funcionó? Y ahí te enfadas con él, con ella, contigo mismo… con el mundo entero, básicamente. Yo me acuerdo de querer tirar cosas por la ventana, ¿entiendes? ¡Una locura!
Después intentas negociar. Es como si le dijeras al universo: “Si me dejas volver atrás, prometo que cambiaré. Seré mejor pareja. Haré lo que sea”. Es una fase desesperada, en la que te aferras a la esperanza como a un clavo ardiendo. ¿Te suena de algo?
Y luego, la tristeza, que te invade como una ola gigante. Te sientes vacío, derrotado, hundido en la depresión. A mí, esa etapa me costó levantarme de la cama. No tenía ganas de nada. Literalmente. Solo quería que se acabara el día para poder dormir y no pensar.
Pero, ¿sabes qué? Al final, poquito a poco, como las hormiguitas, vas aceptando. No es que te guste la idea, ni que olvides el dolor, pero entiendes que la vida sigue, que tú sigues, y que puedes volver a construir algo, quizás incluso algo mejor.
Es un camino doloroso, te lo digo yo. Un camino solo tuyo. No hay atajos, ni pastillas mágicas. Solo tiempo, paciencia, y mucho amor propio. Cada lágrima que derramas, cada día que superas, es una pequeña victoria. Y al final, ¿sabes qué? Sales más fuerte. Te lo prometo. Aunque ahora no lo creas. ¿Verdad que sí?
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