¿Cómo bañarse si te hiciste un tatuaje?

¡Ay, mi tatuaje nuevo! Recuerdo el primer lavado como si fuera ayer… una mezcla de emoción y terror, ¿sabes? Estaba tan nerviosa, que casi me da un ataque de ansiedad. Me sentía como si estuviera a punto de operar a un gatito recién nacido, con esa delicadeza extrema y el miedo a estropearlo todo.

¿Cómo se baña uno un tatuaje, dices? Pues mira, te cuento mi experiencia… Primero, el agua tibia, ni fría que te quedas helada, ni caliente que te quemas. Un poco de jabón neutro, de esos que venden en la farmacia, los más suaves, ¿recuerdas esa marca? Ah, sí, el blanco, en el bote verde. Nada de jabones perfumados, ni lociones, ni experimentos raros, ¡eh! que luego la piel se irrita, que ya es bastante lío el proceso de curación. Y la cosa es lavarlo con mucho cuidado, como si fuera un cachorrito recién nacido, con mucho mimo, ¿entiendes? Un lavado suave, sin frotar, imagínate ¡la agonía! El roce es enemigo número uno, ¡qué dolor!

Me acuerdo que usé papel de cocina, súper suave, para secarlo con toquecitos, sin presión… imagínate si lo hubiera secado con una toalla áspera, ¡me hubiera dado un infarto! Ahora lo pienso, y es que la verdad es que al principio parecía una tarea hercúlea, ¿no? Pero con paciencia… al final es sencillo, solo requiere un poco de cariño y de seguir las instrucciones, ¿sabes? Algo así como criar un bebé de piel, solo que este bebé no llora (mucho).

Y es que, entre nos, es como cuidar a un bebé, un bebé de tinta, mi pequeño bebé tatuado… ¡qué ilusión y qué miedo a la vez! Ahora, unas semanas después, ya está casi curado, y es una pasada. Vale la pena el cuidado, la verdad. Aunque al principio pienses “¡uf, qué rollo!”.