¿Cuál es la flor de vivístería?

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El cempasúchil, con su vibrante color naranja, es la flor emblemática del Día de Muertos en México. Su aroma y belleza engalanan altares y ofrendas, guiando a las almas de los difuntos de regreso a casa.

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Más allá del Cempasúchil: Descifrando la “Flor de Vivístería”

La frase “flor de vivístería” no designa una especie floral específica, sino que se refiere, en un sentido coloquial y principalmente mexicano, a la flor utilizada en un contexto específico: la elaboración de ofrendas y altares dedicados a los difuntos durante el Día de Muertos. Por lo tanto, no existe una única “flor de vivístería”, sino una amplia gama de flores que se utilizan según la tradición, la región y la disponibilidad.

Si bien el cempasúchil ( Tagetes erecta), con su inconfundible color naranja intenso y su penetrante aroma, es la flor más emblemática y representativa de estas festividades, su asociación con el término “flor de vivístería” es una simplificación. Su presencia es predominante, sí, pero no excluyente.

Otras flores que con frecuencia forman parte de las ofrendas y, por lo tanto, podrían considerarse “flores de vivístería”, incluyen:

  • Claveles: Sus variados colores y su larga duración los convierten en una opción popular. Su significado varía según el color, añadiendo capas de simbolismo a la ofrenda.
  • Crisantemos: Similares a los claveles en su versatilidad de colores y duración, los crisantemos aportan elegancia a las ofrendas.
  • Alhelíes: Con sus delicados pétalos, aportan un toque de fragilidad y belleza a la composición floral.
  • Flores silvestres: En muchas comunidades rurales, la tradición incluye el uso de flores silvestres de la región, añadiendo un elemento único y personal a cada altar. Estas flores, a menudo desconocidas para el público general, poseen un significado especial ligado a la memoria y el entorno local.

La verdadera “flor de vivístería” trasciende la botánica pura. Se convierte en un símbolo de recuerdo, de amor y de respeto por los antepasados. Su elección depende de la tradición familiar, la disponibilidad de la flor en la región y el significado personal que se le otorga. Por lo tanto, la belleza de las ofrendas del Día de Muertos radica no sólo en una flor específica, sino en la conjunción de elementos que evocan la memoria y honran a los seres queridos que ya no están presentes físicamente. El cempasúchil es un componente importante, pero la verdadera “flor de vivístería” es aquella que, con su belleza y significado, ayuda a conectar a los vivos con los muertos en esta celebración tan significativa.