¿Cómo se mezcla el ácido muriático con agua?

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¡Uf, el ácido muriático! Conozco bien ese amigo. Siempre me da un poco de respeto. Para usarlo, yo siempre pongo agua en la cubeta primero, ¡nunca al revés! Y luego, con cuidado, añado un chorrito de ácido. ¡Es súper importante! Después, con guantes gruesos, froto las juntas con una escoba o cepillo. ¡Ojo! Nada de metales cerca, ¡se los come! Y enjuagar muy, muy bien es clave, si no, ¡te arrepentirás! La seguridad es lo primero, ¿eh? ¡Guantes, gafas y ropa protectora!

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A ver, a ver… ¿Ácido muriático con agua? Uf, esa mezcla me da un respeto que te mueres. Recuerdo una vez, era un verano infernal, el patio necesitaba una limpieza a fondo… y ahí estaba yo, armada con mi cubo y mi botella de ácido muriático. ¿Nerviosa? ¡Muchísimo! Siempre me acuerdo de mi abuelo, que me decía: “Agua primero, ¡jamás al revés!”. Y es que, ¿quién se atrevería a desafiar esa regla de oro? Yo, desde luego, no.

Así que, cubo con agua, y luego, despacito, despacito, como si estuviera vertiendo oro líquido, un chorrito de ácido. ¿Os imagináis el sonido? Ese chisporreo… Casi como si te estuviera susurrando: “¡Cuidado, que soy potente!”. Y vaya si lo es. Con unos guantes que parecían de astronauta –por si acaso, ¿no?–, frotaba las juntas con una escoba vieja. ¡Adiós verdín, adiós manchas! Eso sí, lejos, lejísimos de cualquier cosa metálica. Una vez, sin querer, una gota cayó cerca de una herramienta… ¡y parecía que se la tragaba la tierra! Menudo susto me llevé.

Y después, claro, a enjuagar. Pero enjuagar bien, eh, con muuucha agua. Que luego, si no lo haces bien, el suelo se queda como… ¿cómo decirlo? Resbaladizo, raro. Y te puedes dar un buen tortazo, como me pasó a mí una vez. ¡Menos mal que no me rompí nada!

En fin, que con el ácido muriático, precaución, mucha precaución. Guantes, gafas… Vamos, que parezco salida de una película de esas de científicos locos, pero más vale prevenir que curar, ¿verdad? Y si no estáis seguros, mejor preguntad a alguien que sepa. Que luego vienen los llantos… ¡y yo lo digo por experiencia!