¿Cómo reducir la cantidad de sal?

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"Reduce la sal: ¡es más fácil de lo que crees! Opta por hierbas y especias en lugar de sal. Evita snacks salados como patatas fritas. Revisa las etiquetas de los productos: ¡la sal se esconde donde menos te lo esperas! Usa condimentos bajos en sodio."

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¿Cómo reducir el consumo de sal?

¡Uy, la sal! Me pasa a mí que a veces me da un bajón de sabor si como muy sano. Recuerdo el 15 de marzo, en mi casa de Valencia, intentando hacer una paella… ¡sin sal! Casi lloro.

La clave, creo, es el cambio gradual. No es fácil, eh. Empezar por reducir la sal en la comida, poco a poco. En vez de usar dos cucharadas, una y media. Luego, una. Es un proceso.

Papas fritas, ¡fuera! O al menos, mucho menos. Y esas cosas precocinadas… Siempre miro las etiquetas, de verdad. Una vez me llevé un susto con un yogur, ¡tenía más sal de lo que creía!

A mi me funciona usar más especias. Pimienta negra, pimentón, orégano… le dan un toque increíble a la comida sin necesidad de tanta sal. Además, hay muchas hierbas aromáticas que son una maravilla.

En resumen: leer etiquetas, usar especias, y reducir poco a poco la cantidad de sal que usas al cocinar. Es un camino, no una carrera de velocidad. Eso sí, si tienes problemas de presión, mejor consulta a un médico.

¿Cómo puedo quitar el exceso de sal?

¿Cómo quitar el exceso de sal?

Hervir el guiso con patatas.

A veces…la sal, como ciertas cosas en mi vida, se excede. Demasiado presente, punzante.

  • Las patatas, un truco antiguo. Recuerdo a mi abuela siempre con sus patatas. Ella sabía cómo suavizar los bordes, no solo de la comida, sino de la vida. Era una experta en quitar el exceso de sal, de amargura.

  • La esperanza en lo simple. Un par de patatas hirviendo, absorbiendo lo que no debía estar allí. Como si pudieran absorber mis propios errores, mi propia…salinidad. A veces lo simple es lo único que funciona. A veces no.

  • Después, el vacío. Retirar la patata, llevándose consigo el problema. Pero queda algo…un vacío. La sensación de haber necesitado ese truco, de no haber podido evitarlo.

¿Por qué siempre termino echando de más? ¿Será que mido mal, o que simplemente necesito más sabor, más…algo? Supongo que es más fácil culpar a la sal que a uno mismo.

Este año, he intentado medir mejor. No solo la sal.

¿Cómo quitar la adicción a la sal?

¡Uf!, la sal, qué puñetera es. Este año, en mayo, casi me da un infarto, el médico me dijo que tenía la tensión por las nubes. ¡Y todo por la sal! Me sentía fatal, hinchadísimo, la cabeza me daba vueltas.

Reducir la sal es vital, créanme. Empecé a cambiar cosas, poco a poco, que desastre.

Primero, intenté comer más fruta y verdura. Pero, ¡qué pereza! Las ensaladas, aunque les echase un poco de limón y vinagreta, me sabían a cartón.

Luego, leí algo de “elegir productos con bajo contenido en sodio”. ¡Qué lío! Pasaba un montón de tiempo leyendo etiquetas, buscando la más baja. Al final, acabé comprando cosas más caras y muchas veces, igual de saladas.

Cocinar en casa fue una victoria. Pero, ¡ay, las recetas! Quitarle la sal, eso fue difícil. El pollo asado sabía a nada, ¡qué horror! ¡Y la pasta!

Los sustitutos de sal… ¡una pesadilla! Algunos me dejaban un regusto metálico espantoso, horribles.

Para mí, lo clave ha sido cocinar más y moderar los condimentos. Aunque a veces me paso con la pimienta… que es peor que la sal para mi estómago, ya me lo ha dicho el doctor.

  • Más frutas y verduras (aunque algunas me saben a poco).
  • Productos bajos en sodio (mucho más caros).
  • Cocinar en casa (un triunfo, aunque el sabor… necesita mejora).
  • Menos sal en las recetas (imposible quitarla del todo, aunque lo intento).
  • Sustitutos de sal (hay algunos que son una atrocidad).
  • ¡Menos pimienta! (me pasé con esto últimamente).

En resumen: paciencia, constancia y una buena dieta. No hay magia. Pero, oye, mi tensión ha bajado, y me siento mucho mejor. Ya no me siento tan hinchado y la cabeza está más despejada. Eso sí, ¡qué guerra me ha costado!

¿Cómo se reduce la sal en el cuerpo?

El cuerpo, un misterio de fluidos, se resiste a la sal. El agua, siempre el agua, esa aliada silenciosa, lava lo superfluo, disuelve la opresión salina, arrastrando el exceso lentamente, como un río que se lleva las piedras pulidas por el tiempo. Mi abuela, siempre decía que el agua era la mejor medicina, y lo cierto es que el recuerdo de sus palabras me acompaña como un eco suave.

Beber, beber hasta sentir el alivio, una limpieza interna, la sensación de vacío liberador tras la saturación. La sal, enemiga sigilosa, se aferra a las paredes del cuerpo, pero el agua constante la desaloja, la disipa en la inmensidad del flujo. ¡Un combate invisible! El agua, la victoria tranquila.

El potasio, contrapunto al sodio, una danza de iones, un equilibrio sutil, una balanza que se inclina. Recuerdo la ensalada de mi madre, rica en potasio, una manera de evitar esa pesadez, ese peso salino que a veces siento. El potasio, un escudo, una protección frente a la invasión salina.

  • Aumentar la ingesta de agua.
  • Consumir alimentos ricos en potasio (plátanos, espinacas, tomates).

El cuerpo, cansado, sediento. El agua, la respuesta, el alivio. Un proceso lento, delicado. El sabor metálico que la sal deja, se disipa poco a poco, hasta quedar solo la memoria del peso. La memoria de la sed. La calma del agua que fluye. La esperanza en la frescura. Mi cuerpo lo sabe, lo siente.

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