¿Cómo se hace la solución fisiológica?

¿Cómo se hace la solución fisiológica? Ay, esa pregunta… me trae recuerdos. Recuerdo a mi abuela, Dios la tenga en gloria, siempre con sus remedios caseros. Ella, que sabía más de hierbas y ungüentos que cualquier doctor, me enseñó a hacerla, aunque no la llamaba así, claro. Para ella era “agua salada”, simple y llanamente. Y qué efectiva era, ¡qué recuerdos!

Para hacerla, ¿sabes?, necesitas cosas sencillas, de esas que uno tiene por casa. Once cucharaditas de sal, ¿te imaginas? Mucha sal, ¿no? Cinco gramos, para ser exactos… aunque a mí, la verdad, nunca me preocupé mucho por la precisión. Sal sin yodo, eso sí, es importante. Mi abuela decía que el yodo “quemaba”, no sé si es cierto, pero yo siempre lo he respetado. Además, una pizquita de bicarbonato… una pizca, ¿eh? No te pases, que luego sabe raro. Se disuelve todo eso en medio litro de agua. Agua destilada, filtrada o hervida… yo siempre he usado agua hervida, como la de mi abuela, por si acaso. Por aquello de los bichitos, ¿verdad?

Recuerda que esto es para un uso externo, ¿eh? ¡No se te ocurra bebértelo! No soy médica, ¡ni de lejos!, pero eso sí que lo sé. Una vez, cuando era niña, mi hermano pequeño… ay, qué travieso era… intentó beberse el agua salada. ¡El susto que nos llevamos! Menos mal que no pasó nada, solo un poco de arcadas. A partir de ahí, siempre la dejamos bien lejos de su alcance.

En fin, que la solución fisiológica casera, aunque parezca simple, tiene su aquel. Es un recordatorio de remedios antiguos, de sabiduría familiar, y de, bueno, de algún que otro susto también. Pero sobre todo, de mi abuela.

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