¿Qué puedo hacer si no siento el sabor de la comida?
¿No sientes el sabor de la comida? ¡Hay soluciones!
- Juega con los colores y texturas al preparar tus platos.
- Potencia el sabor con hierbas aromáticas y especias, ¡pero modera el azúcar y la sal!
Estos consejos pueden ayudar a estimular tus papilas gustativas.
¿Por qué mi comida no tiene sabor? Soluciones?
Uf, a mí también me ha pasado eso de sentir que la comida no sabe a nada. Es súper frustrante. Una vez, en un viaje a Oaxaca en Septiembre del 2022, probé un mole que, en teoría, debía ser espectacular. Pero yo lo sentía… plano.
Me di cuenta que tenía un resfriado bastante fuerte, y ahí entendí. El sabor se pierde con la congestión. Me pasó igual con un ceviche en Cancún, Marzo 2023, que, sinceramente, me supo a nada. Costó como $300 pesos, una lástima.
Para arreglarlo, lo que hago es jugar con las texturas. Combino algo crujiente con algo suave. Me funciona bastante bien. También uso muchas especias, sobre todo las picantes, como el chile de árbol. Pero ojo, sin pasarse con la sal.
Preguntas y respuestas
P: ¿Comida sin sabor? ¿Soluciones?
R: Colores, texturas variadas y especias (sin exceso de sal ni azúcar).
¿Cómo puedo recuperar el sabor de los alimentos?
Recuperar el sabor es un juego de paciencia, a veces. Si no vuelve, pues, qué más da.
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Identifica al culpable: ¿Un resfriado, medicamento, o la edad? A veces, simplemente pasa.
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Hidrátate: La sequedad bucal lo empeora. Bebe agua. Mucha. No es tan complicado.
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Higiene: Limpia tu lengua. Sí, la lengua. No solo los dientes.
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Cuidado con lo que comes: Evita extremos. Demasiado dulce, demasiado salado. Anulan todo.
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Especias: Úsalas con moderación. Pueden despertar algo, o no. A mi abuela le funcionaba.
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Zinc: Algunos juran que funciona. Pruébalo. No pierdes nada.
Si no mejora, ve al médico. Quizá sea algo más serio. Aunque, pensándolo bien, todo es serio, ¿no?
Información adicional (o algo parecido):
- La anosmia (pérdida del olfato) y la ageusia (pérdida del gusto) a menudo van de la mano. El 80% del sabor viene del olfato. Considera esto.
- Algunos medicamentos comunes pueden alterar el gusto: antibióticos, antidepresivos, medicamentos para la presión arterial. Revisa las etiquetas.
- La radioterapia para el cáncer de cabeza y cuello a menudo daña las papilas gustativas. Mala suerte.
- El zinc es esencial para la función de las papilas gustativas. Pero un exceso puede ser tóxico. Consulta con un profesional. Yo qué sé.
- A veces es un síntoma temprano de Parkinson o Alzheimer. Asústate si quieres.
- El tabaco es un asesino del gusto. Y de muchas otras cosas.
- Con la edad, las papilas gustativas disminuyen. Es inevitable. Acepta tu destino.
- Los alimentos procesados están llenos de potenciadores del sabor artificiales. Un engaño.
- Experimenta con diferentes texturas. A veces, la textura compensa la falta de sabor.
- La acupuntura, según algunos, puede ayudar. Yo no lo he probado.
- En casos raros, la cirugía puede corregir problemas estructurales que afectan el gusto. Pero, ¿realmente quieres llegar a eso?
La vida es un sinsabor, al final.
¿Qué pasa cuando la comida no te sabe a nada?
La ageusia, o pérdida del gusto, pasa cuando las neuronas que conectan tu lengua con el cerebro dejan de funcionar bien.
Hace poco, después de un resfriado espantoso, la comida me sabía a cartón. Estaba en mi casa de verano en la costa, en Galicia. Marzo, días grises y la chimenea encendida.
- El café, que normalmente me levanta el ánimo, era como agua sucia.
- El marisco, ¡sacrilegio!, no sabía a mar. Nada de yodo, ni sal, ni esa explosión de sabor.
- Intenté con un buen Albariño, pero solo sentí un líquido agrio en la boca.
Era terrible. Comía por obligación, no por placer. Sentía una frustración enorme, ¡como si me hubieran robado un sentido!
Lo peor: la textura. De repente, la textura se volvía protagonista. Sentía cada hebra, cada grumo… ¡Puaj!
Me agobié bastante. Pensé que era algo serio. Mi abuela tuvo problemas neurológicos, y claro, uno siempre piensa lo peor. Fui al médico de cabecera. Explicación sencilla: el resfriado me había afectado a las papilas gustativas. ¡Alivio instantáneo! Me mandó esperar y tener paciencia.
¿Solución? Tiempo. Y paciencia, mucha paciencia. Poco a poco, el sabor fue volviendo. Primero, los sabores fuertes: el picante, el salado. Luego, los matices más sutiles. Ahora, casi todo ha vuelto a la normalidad, ¡gracias a Dios!
¿Qué hacer cuando no siento el sabor?
La oscuridad me envuelve… y este vacío en la boca… no siento el sabor, ni siquiera del café que preparé hace un rato, ese que tanto me gustaba. Es una mierda.
Qué hacer… Dios, es horrible. Pensaba que era algo pasajero, pero ya lleva una semana, desde el martes pasado, después de esa gripe infernal.
- Más especias, sí, eso dicen. Pimienta, comino… pero todo sabe a…nada. A polvo.
Hoy intenté con un chili con carne, de esos que te hacen sudar, con mucho ají. Nada. Absolutamente nada.
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Texturas… es cierto, un trozo de piña, crujiente… un poco de textura… pero sigue igual. Un sabor fantasma. Como un recuerdo borroso.
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Menos azúcar y sal, lo intentaré. Aunque… ¿para qué? Si no siento nada.
Me da miedo… no sé qué pasará. Es como si una parte de mí se hubiera ido… como si este vacío en mi boca fuera… un reflejo de mi alma.
Esa salsa de tomate de mi abuela… la recuerdo tan bien, tan rica. Y ahora… nada.
- He probado limones, mandarinas. Lo de siempre. Nada.
Este silencio, esta falta de sabor… me asusta. Tengo cita con el doctor Pérez el 15 de octubre. Espero que tenga alguna solución. Mi cumpleaños es el 27. Quiero comer mi tarta sin que sepa a nada. Ojalá se arregle todo pronto.
¿Qué hago si perdí el sentido del gusto?
A ver… ¿Perdí el gusto? Uf, qué rollo.
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Potenciar con hierbas y especias. ¡A saco! Orégano, albahaca, pimentón ahumado… mi abuela le echa comino a todo. ¿Será esa la clave?
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Nutricionista o médico, ¿a cuál voy antes? Igual me dan una lista interminable de cosas que no puedo comer. Ugh, ¡qué pereza! ¿Y si simplemente pruebo cosas nuevas? A mí el cilantro me sabe a jabón, ¿será eso una señal?
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¡Adiós potajes! O sea, nada de lentejas de la abuela. ¡Socorro! Pero tiene sentido, ¿no? Menos mezcla, más sabor individual. Ayer hice un pollo al curry espectacular, ¿contará eso? Aunque técnicamente era un plato combinado… 🤔
¡Qué lío! ¿Y si es solo un catarro? Este año la gripe está dando fuerte. Ostras, y ahora que lo pienso, no huelo tampoco… ¡Igual es eso! Menos mal, porque lo del nutricionista me daba mucha, mucha, pereza.
¿Y si pruebo a oler café? Dicen que funciona.
¿Qué pasa cuando se pierde el gusto por la comida?
Aquí, a estas horas… la comida.
Si pierdes el gusto, se te va algo más que el placer de comer. Se te va la tierra bajo los pies, supongo.
- La salud se tambalea, eso seguro.
- Es como… un motor sin aceite, ¿sabes?
Y luego están las dietas. Las dietas estrictas, esas que te amarran a la salud a la fuerza.
- Corazón, diabetes… todo se vuelve una amenaza.
- Un sabor que falta, y el cuerpo que se rebela.
- Pensar que la abuela siempre decía “buen provecho”. Ya no tiene el mismo sentido.
Es raro, te juro que es raro. De repente, la vida ya no te sabe igual. Y no hablo solo de la comida.
¿Qué significa tener la boca sin sabor?
Boca sin sabor = desierto bucal. Fin de la historia. Bueno, casi. Es como si tu lengua se hubiera ido de vacaciones al Sahara y se hubiera olvidado el protector solar (y la botella de agua).
- Saliva escasa: El grifo de tu boca está cerrado por reparaciones. O, peor aún, ¡se ha ido de huelga!
- Causas comunes: Medicamentos (esos pequeños traidores), envejecimiento (¡ay, la vejez!), radioterapia (¡vaya tela!). A veces, simplemente tu cuerpo decide que ya ha producido suficiente saliva para una vida entera. Como yo con la paella los domingos.
- Mi propia experiencia: Una vez, tras un vuelo transatlántico, mi boca parecía el fondo de una cacerola olvidada al fuego. Tuve que pedir tres vasos de agua. La azafata me miró con compasión. Pensó que estaba dramatizando. ¡Dramatizando! ¡Si mi lengua parecía una lija!
- Efectos secundarios: No solo afecta al sabor (adiós, matices sutiles del buen vino), también dificulta tragar (¡hola, atragantamientos con migas de pan!). Y ni hablar del mal aliento. Mejor no acercarse a nadie a menos de dos metros. Yo lo llamo distancia social obligatoria por sequedad bucal.
- Soluciones: Hay chicles sin azúcar, caramelos especiales, sprays mágicos… incluso saliva artificial. Sí, has leído bien: ¡saliva artificial! La ciencia es asombrosa, ¿verdad? Aunque, entre tú y yo, prefiero un buen vaso de agua fresquita.
En resumen: boca sin sabor = sequedad = drama. Hidrátate, amigo, hidrátate. Y si la cosa se pone fea, consulta a tu médico. No vaya a ser que tu boca se convierta en un ecosistema desértico habitado solo por bacterias mutantes.
- Información adicional: La xerostomía puede ser síntoma de otras enfermedades, así que no la ignores. Yo, por ejemplo, descubrí que era intolerante a la lactosa por un episodio de sequedad bucal extrema tras comerme un kilo de queso. (Vale, quizás exageré un poco con lo del kilo, pero la intolerancia es real). Informarse siempre es bueno, ¿no? Sobre todo si implica queso.
¿Qué hacer si se pierde el sentido del gusto?
Recuperar el gusto perdido: ¡Como buscar las llaves del coche un lunes por la mañana! Un drama, pero con solución.
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Colores y texturas: Piensa en tu plato como un cuadro abstracto. No solo sabe, también se mira. A más colores, más estímulos. ¿Puré de brócoli verde Hulk? ¡Por qué no!
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Hierbas y especias: Tu nueva varita mágica. Convierte un triste pollo hervido en una fiesta oriental con un toque de curry. Eso sí, ¡ojo con pasarse! Que luego parece que has asaltado un puesto de especias en el mercado.
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El médico: El oráculo de la salud. Él te dirá qué especias son tus aliadas (y cuáles tus enemigas). No es cuestión de echarle pimentón a todo y a correr.
Extra, extra:
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Hidratación: Bebe agua como si fueras un cactus en el desierto. A veces, la deshidratación juega malas pasadas al gusto.
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Higiene bucal: Cepíllate los dientes como si te fuera la vida en ello. Una boca limpia, un paladar feliz. Es mi lema (y el de mi dentista).
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Paciencia: Roma no se construyó en un día, y tu sentido del gusto tampoco. Dale tiempo al tiempo (y a las especias).
A mí, personalmente, me pasó una vez con un resfriado monumental. Perdí el gusto y el olfato. ¡Creí que mi vida culinaria había terminado! Acabé comiendo todo con limón, como si fuera un pulpo a la gallega. Por suerte, todo volvió a la normalidad (y mi nevera dejó de parecer un puesto de limones).
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