¿Qué pasa si comes y te duchas?

¿Qué pasa si comes y luego te metes a duchar? Ay, Dios mío, qué pregunta, ¿verdad? Me lo he preguntado yo misma miles de veces, sobre todo después de esas comilonas familiares, ¿sabes? De esas donde te sientes tan llena que hasta te duele un poco la barriga.

Bañarse justo después de comer… ¿es malo? Pues mira, según lo que he leído – aunque claro, yo no soy doctora, ¿eh? – puede causar problemas. No es que te vaya a dar un infarto, ni mucho menos, pero sí que puede sentar mal. He notado que, por ejemplo, cuando me como un plato enorme de paella con mis tíos, y luego me meto a la ducha, a veces me da un poco de dolorcito, un malestar… como un ligero calambre. No es un dolor insoportable, pero sí incómodo.

Dicen que es porque la sangre se concentra más en la piel cuando te duchas. Imaginate, ¡toda la sangre trabajando para calentarte el cuerpo mientras tu estómago está ahí, con toda la comida, luchando por digerir! Es como si le dijeras a tu estómago: “Oye, amigo, ¡escapa de aquí! ¡Hay una fiesta en la piel y necesita toda la atención!”. Jajaja, suena un poco exagerado, ¿no? Pero así lo veo yo.

No hay una regla de las dos horas, que conste. Pero, ¿para qué arriesgarse? Si has comido un montón, especialmente si fue algo pesado, como un chuletón enorme (me pasó el otro día con mi hermano, ¡casi me da un corte de digestión!), es mejor esperar un ratito. Un tiempo prudencial, ¿no? Para que tu cuerpo haga su trabajo tranquilamente sin que lo estés poniendo a prueba como a un atleta de alto rendimiento justo después de una maratón.

En fin, que cada cuerpo es un mundo, pero yo, después de unas cuantas experiencias algo… incómodas, prefiero prevenir que lamentar. ¡Mejor una ducha relajante un poco más tarde, que un mal rato después de comer!

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