¿Qué pasa si primero como y luego hago ejercicio?

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Comer antes de ejercitarse, especialmente una comida abundante, puede acarrear molestias digestivas como calambres y pesadez. El rendimiento físico podría disminuir. Se aconseja esperar entre una y dos horas tras la comida para permitir la digestión antes de comenzar la actividad física, al igual que se realiza un calentamiento previo.

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El dilema del estómago vacío: ¿Entrenar antes o después de comer?

La eterna pregunta para muchos aficionados al deporte y entusiastas del fitness: ¿Es mejor entrenar con el estómago vacío o después de una comida? La respuesta, como suele ocurrir, no es tan simple como un sí o un no, y depende de varios factores, entre ellos la intensidad y duración del ejercicio, así como la composición de la comida ingerida. El texto anterior menciona correctamente algunos de los inconvenientes de entrenar inmediatamente después de una comida copiosa, pero profundicemos en el tema para obtener una visión más completa.

Comer antes de ejercitarse, especialmente una comida rica en grasas y proteínas, puede provocar, como se indica, molestias digestivas. La sangre se dirige prioritariamente a los músculos en actividad, restando flujo sanguíneo al sistema digestivo. Esto puede resultar en calambres estomacales, náuseas, hinchazón e incluso diarrea, comprometiendo seriamente el rendimiento deportivo y, en algunos casos, provocando una interrupción abrupta del entrenamiento. La sensación de pesadez y malestar general también puede afectar la concentración y la motivación.

Sin embargo, entrenar completamente en ayunas tampoco es la solución ideal para todos. Si bien algunos atletas de resistencia utilizan esta estrategia para mejorar la quema de grasas, la falta de combustible puede llevar a un descenso en los niveles de energía, debilidad muscular, mareos y, a largo plazo, a una disminución en el rendimiento y un mayor riesgo de lesiones. El cuerpo necesita glucógeno, almacenado en los músculos y el hígado, para obtener energía durante el ejercicio. Dependiendo de la intensidad y duración de la actividad, las reservas de glucógeno pueden agotarse rápidamente si no se ha consumido previamente algo.

La clave radica en el equilibrio y la personalización. La mejor opción depende del tipo de ejercicio y de la tolerancia individual. Para entrenamientos de baja intensidad y corta duración (como un paseo ligero), entrenar con el estómago relativamente vacío puede ser perfectamente viable. En cambio, para entrenamientos intensos y prolongados (como una carrera de larga distancia o una sesión de entrenamiento de fuerza intensa), una pequeña ingesta de carbohidratos de fácil digestión, como una pieza de fruta o una tostada con miel, una o dos horas antes del ejercicio, puede proporcionar la energía necesaria sin causar molestias.

En resumen, la regla de esperar entre una y dos horas después de una comida antes de hacer ejercicio es una buena pauta general, pero debe adaptarse a las necesidades individuales. Experimentar para encontrar el momento y el tipo de comida que mejor se adapte a tu cuerpo y a tu rutina de ejercicios es fundamental. Si experimentas molestias digestivas con frecuencia al entrenar, consulta con un profesional de la salud o un nutricionista deportivo para obtener una recomendación personalizada. No olvides también la importancia de una hidratación adecuada antes, durante y después de la actividad física, independientemente de cuándo hayas comido.