¿Cómo se lee la rosa de los vientos?

Ay, la rosa de los vientos… ¿Quién no se ha sentido alguna vez un poco perdido, como un barco a la deriva sin saber a dónde ir? Recuerdo una vez, de niña, en la playa, intentando orientarme con un mapa que, por supuesto, estaba completamente al revés. ¡Menuda odisea! ¿Cómo se supone que una niña de ocho años, con la arena pegada a los pies y el sol dándole en la cara, puede entender eso?

Bueno, al grano. Leer la rosa de los vientos, ¿no es alucinante? Es como tener un mapa secreto en la palma de la mano. Primero, lo más básico: Norte, Sur, Este y Oeste. Fácil, ¿no? Como las cuatro patas de mi vieja mesa de madera, sólida y siempre ahí, apuntando a los puntos cardinales, si es que la mesa supiera de esas cosas.

Pero claro, la cosa no termina ahí, ¿verdad? Entre esos puntos cardinales principales están los intermedios… ¡Ah, los rumbos intermedios! Noreste, Sureste, Suroeste y Noroeste. ¡Como esos momentos en la vida, a medio camino entre dos decisiones importantes! Una vez me encontré en un cruce así, entre seguir con mi trabajo de siempre o arriesgarme por un sueño loco… ¡el Noroeste de mi vida! Al final, tiré al Suroeste, la aventura me llamaba.

Y algo importantísimo, que casi olvido: el Norte suele estar arriba, sí, casi siempre. Pero a veces, en mapas antiguos, los tienes que buscar, como una aguja en un pajar, de verdad. ¡Qué lío! Recuerdo un mapa de un tesoro pirata que me regaló mi abuelo… ¡El Norte estaba al lado derecho! Me llevó días descifrarlo.

En fin, la rosa de los vientos… una pequeña guía, pero tan significativa, ¿verdad? Como una brújula interior, que a veces nos ayuda a orientarnos en la vida, entre tantos NE, SE, SO y NO.