¿Cómo impacta la ropa en las emociones?

¿Cómo impacta la ropa en las emociones? Ay, Dios mío, ¿quién no lo ha sentido? Recuerdo una vez, tenía una entrevista de trabajo importantísima, ¿sabes? De esas que te quitan el sueño. Me puse un traje, ¡qué horror! Un traje gris, enorme, que me hacía sentir como un saco de patatas. Resultado: me sentía ridícula, insegura, casi que me quería esconder bajo la mesa. Fallé la entrevista, claro. O bueno, no sé si fallé por el traje, pero… ¿influyó? Seguro que sí.

¡Qué diferencia con la vez que me puse ese vestido rojo, el que compré en un mercadillo en Sevilla, un chollo, ¡qué alegría! Es un rojo pasión, ¿entiendes? Ese día me sentía… ¡invencible! Como si tuviera alas. Conquisté el mundo, ¿o es que me lo pareció? Jajajaja… Quizá es un poco exagerado, pero la diferencia es abismal, ¿verdad?

Es increíble cómo algo tan superficial, como la ropa, puede afectar tanto a cómo nos sentimos. Es como una armadura, sí, pero no una armadura de caballero medieval, sino más bien… ¿una armadura de autoestima? Un escudo contra la inseguridad. O una espada, ¿por qué no? Una espada que nos da fuerza para afrontar el día a día.

He leído, no sé dónde, que el 90% de la gente se siente más segura con la ropa que les queda bien. No sé si es cierto, pero me lo creo. Es pura lógica. Cuando te sientes cómoda, guapa, te sientes… ¿bien? ¡Pues sí! Se nota en la postura, en la sonrisa, hasta en la forma de hablar.

Y es que, ¿para qué negarlo? La ropa, aunque parezca una tontería, es una forma de expresión. Es un reflejo de nuestro estado de ánimo, pero también… ¡puede moldearlo! Seleccionar con cuidado lo que nos ponemos es como elegir un filtro para nuestra vida. Un filtro que nos permite mostrarnos al mundo tal y como queremos ser vistas, o incluso… ¡un poco mejor! ¿No es maravilloso?