¿Cómo se llama el país donde las calles son ríos?
Más allá de la Venecia del Norte: Giethoorn, donde las calles son agua y el tiempo se detiene
Giethoorn, un nombre que evoca imágenes de ensueño, de un lugar donde el tiempo parece fluir a un ritmo diferente, más lento, más sereno. A menudo se le conoce como la “Venecia del Norte”, una comparación justa, pero que apenas araña la superficie de la singularidad de este pueblo holandés. No se trata simplemente de canales; en Giethoorn, las calles son ríos. Literalmente.
Olvídese de las calles adoquinadas o asfaltadas. En este apacible rincón de la provincia de Overijssel, el transporte principal no son los coches, sino las barcas. Un laberinto de canales serpentea entre casas de techos de paja, puentes de madera arqueados y jardines exuberantes, creando un espectáculo visual que cautiva desde el primer instante. Las embarcaciones, silenciosas y elegantes, deslizan sobre el agua, ofreciendo una perspectiva única de una arquitectura tradicional que parece sacada de un cuento de hadas.
Pero ¿cómo surgió este singular diseño urbano? La historia de Giethoorn está intrínsecamente ligada a su sistema acuático. Originariamente un asentamiento de personas que huían de la persecución religiosa en el siglo XIII, se establecieron en las turberas, utilizando los canales como medio de transporte y comunicación. La ausencia de carreteras, una consecuencia de la inestabilidad del terreno, forjó la identidad acuática del pueblo, una identidad que perdura hasta el día de hoy.
Las casas, muchas de ellas construidas sobre islotes, se conectan entre sí a través de pequeños puentes, creando un entramado orgánico y fascinante. Las vistas desde cada uno de estos puentes son postales en sí mismas: un reflejo perfecto de casas de entramado de madera con sus techos de paja, enmarcadas por la vegetación y el agua quieta. Pasear por Giethoorn no es simplemente caminar; es navegar, remar, sentir la suave brisa en la cara mientras se observa la vida cotidiana fluir a través de los canales.
La tranquilidad que emana de Giethoorn es palpable. El silencio, roto sólo por el suave chapoteo de los remos y el canto de los pájaros, permite una desconexión completa del ajetreo de la vida moderna. Es un lugar ideal para aquellos que buscan escapar del ruido y el estrés, un refugio donde la naturaleza y la arquitectura se funden en perfecta armonía. Si busca un destino que se salga de lo común, que le transporte a un mundo de calma y belleza excepcional, Giethoorn es su respuesta. No es simplemente un pueblo; es un oasis de paz en el corazón de Holanda, donde las calles son ríos y los sueños se hacen realidad.
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