¿Cuándo usan las personas los dichos?

¿Cuándo usamos los dichos? A ver… ¿cuándo se nos escapan esas frases, esos refranes que parecen venir de otro tiempo? Pues, yo creo que es algo casi instintivo, ¿no?

Es como cuando estás con tus amigos y alguien mete la pata, y sin pensarlo dices algo como “en boca cerrada no entran moscas”. ¡Zas! Dicho al canto. Te ríes, se ríen, y todo queda como en familia. Recuerdo una vez, en la universidad, un amigo mío se presentó a un examen sin haber estudiado nada. ¡Nada! Y claro, suspendió. Y yo, qué le dije… “A quien madruga, Dios le ayuda” …pero con una buena dosis de ironía, claro. Nos reímos mucho, aunque él un poco menos, supongo.

Los dichos son perfectos para darle un toque de humor a las cosas de todos los días, ¿verdad? Explican situaciones complicadas de una manera súper breve y, además, divertida. Es como resumir la sabiduría popular en una sola frase. ¿Quién necesita una tesis doctoral cuando tienes un buen dicho a mano?

También sirven para señalar, con humor, las cosas que no nos gustan de la sociedad, ¿o me equivoco? Ese “cría cuervos y te sacarán los ojos”… ¡Buf! Tan cierto y tan doloroso a veces.

Y es que a veces, la vida es tan enrevesada… Los dichos, sin embargo, simplifican todo con una gracia increíble. Leí una vez, no recuerdo dónde, que el uso de refranes y dichos es señal de una cultura rica y arraigada. No sé si será verdad, pero a mí me suena bien. A fin de cuentas, ¿qué sería de nosotros sin esas perlas de sabiduría popular? Yo, desde luego, no me imagino una vida sin ellos.