¿Por qué Iguro odia a Tanjiro?

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Iguro inicialmente desconfiaba de Tanjiro por su asociación con Nezuko, considerando una violación flagrante del código de los cazadores de demonios. Posteriormente, su aversión se intensificó al observar la creciente cercanía entre Tanjiro y Mitsuri, especialmente durante y después del arco del Herrero y durante el entrenamiento Hashira, donde interactuaron frecuentemente.

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La antipatía de Obanai Iguro hacia Tanjiro Kamado no nace de la maldad, sino de una compleja mezcla de desconfianza, celo profesional y un profundo afecto, casi obsesivo, por Mitsuri Kanroji. Aunque superficialmente parezca simple resentimiento, un análisis más profundo revela matices que explican el comportamiento, a veces hostil, del Pilar Serpiente.

En un principio, la desconfianza de Iguro se centra en Nezuko. Para un Cazador de Demonios, la mera idea de viajar junto a un demonio, aunque esté “domesticado”, representa una aberración, una violación flagrante del código que rige su existencia. Esta transgresión, personificada por Tanjiro, lo coloca inmediatamente bajo la lupa inquisitiva de Iguro, quien lo percibe como una potencial amenaza, una grieta en la férrea disciplina que exige su profesión.

Sin embargo, esta desconfianza inicial evoluciona, transformándose en algo más personal y punzante. Iguro observa con creciente incomodidad la cercanía entre Tanjiro y Mitsuri. La Pilar del Amor, objeto de su silenciosa adoración, muestra una genuina amistad y respeto por el joven Kamado, una conexión que Iguro interpreta como una intrusión en el mundo cuidadosamente construido alrededor de Mitsuri, un mundo en el que él desea, desesperadamente, ser el único protagonista.

El arco del Herrero actúa como catalizador. La interacción entre Tanjiro y Mitsuri durante la forja de nuevas espadas, y la posterior preocupación de ella por su bienestar, avivan las llamas de los celos en el corazón de Iguro. Este sentimiento, lejos de ser una simple rivalidad romántica, se entrelaza con la admiración que Iguro siente por la fuerza y determinación de Tanjiro. Es una mezcla contradictoria de respeto a regañadientes y envidia corrosiva.

El entrenamiento Hashira solidifica esta compleja dinámica. La constante interacción entre Tanjiro y Mitsuri, la camaradería que se forja entre ellos en medio del riguroso entrenamiento, alimenta la inseguridad de Iguro, quien, oculto tras su habitual máscara de frialdad, sufre en silencio. No se trata de un odio irracional, sino del tormento de un amor no correspondido, amplificado por la admiración hacia el “rival” y la constante amenaza que representa Nezuko para el orden establecido.

En conclusión, la animosidad de Iguro hacia Tanjiro no es un simple capricho, sino un reflejo de su personalidad compleja y atormentada. Es la manifestación de sus miedos, sus inseguridades y, sobre todo, de un amor profundo y silencioso que se debate entre la admiración y la envidia. Un amor que, irónicamente, lo ciega ante la verdadera naturaleza de la relación entre Tanjiro y Mitsuri, una amistad sincera y desinteresada.