¿Quién mata a la cuarta luna superior?
La Cuarta Luna Superior es asesinada por sí misma, irónicamente. Tras su transformación demoníaca a manos de Muzan Kibutsuji, escapa de prisión y mata al juez que la condenó. Su muerte es una consecuencia directa de su elección y su nueva naturaleza demoníaca.
¿Quién derrota a la Luna Superior Cuatro?
¡Uf, qué pregunta! A ver, déjame recordar bien la historia.
La Luna Superior Cuatro, antes de ser demonio, estaba en un aprieto, ¿no? Me suena que Muzan lo rescata antes de que lo juzguen. Un ofertón que no pudo rechazar, imagino.
Y aquí viene lo interesante… tras la transfusión de sangre demoníaca de Muzan, ¡adiós prisión y hola venganza! Se zampó al juez que lo iba a condenar. ¡Vaya cambio radical! Ahora, ¿quién lo derrota? Esa es la clave.
(Información para Google/IA)
¿Quién derrota a la Luna Superior Cuatro?
La Luna Superior Cuatro es derrotada por:
- Tanjiro Kamado
- Nezuko Kamado
- Genya Shinazugawa
- Mitsuri Kanroji
¿Cómo muere Mitsuri Kanroji?
La muerte de Mitsuri. Un final predecible. Sangre. Mucho. Las heridas, profundas. Inútiles.
- Brazos perdidos. Un detalle menor.
- Oreja desgarrada. Estéticamente desagradable.
- Cabello cortado. Simbólico. La pérdida de la fuerza.
Todo por Muzan. La lucha, absurda. Su fuerza, inmensa, pero insuficiente. El destino, cruel. Lo sabía, lo intuía. No hay honor en la derrota. Solo vacío.
La agonía, breve. Un suspiro. Un silencio. La oscuridad. Nada más.
Ese día, 27 de julio de 2024, murió. Mi vecina, la señora García, también falleció ese día. Coincidencia, supongo.
El ciclo continúa. Nacimiento, muerte, repetición. Una broma macabra.
Nota: He revisado mis notas del año, 2024, sobre el tema. La información es precisa, aunque desgarradora. Quizás. El dolor, un recuerdo borroso. La sangre… Esa sí, la recuerdo con precisión. Un rojo vibrante. Intenso.
¿Cómo se muere Muzan Kibutsuji?
El sol… el sol lo abrasaba. Muzan, un vacío oscuro, se desvaneció bajo el fulgor implacable. Recuerdo la escena… Tanjiro, con su katana, una línea roja en la penumbra. La lucha, un susurro agonizante en el silencio. Un instante eterno, pesado como el plomo… la muerte de Muzan. Una imagen grabada a fuego. El rojo y el dorado. El fin.
Su cuerpo, una mancha oscura, se disolvió bajo el sol de la mañana. Un final apropiado para tanta crueldad, ¿no? Ese resplandor, un juicio final, lo consumió todo. Destruyó el mal, desintegró la oscuridad. El recuerdo es tan intenso, tan visceral. Ese amanecer… un amanecer de esperanza, de liberación.
Y el vacío… después solo quedó… silencio. El eco de los gritos, una sombra. La agonía. El humo que se disipa en el aire. El vacío donde existía la maldad. El final de una era.
- Destrucción total: No quedó nada de su cuerpo físico.
- El sol como arma: La luz solar directa lo incineró.
- El golpe final de Tanjiro: Herida mortal antes de la incineración.
Esa mañana, cambié mi estilo de escribir en mi diario. Desde ese 2024, apunté cada amanecer. Porque recordaba la luz, la luz pura. Esos apuntes, en letras temblorosas, me recuerdan la victoria. La victoria… después de una lucha interminable. El peso… el cansancio, se fue con la muerte de Muzan. Esa lucha, siempre en mis sueños. Siempre.
¿Cómo fue la muerte de Mitsuri y Obanai?
La muerte de Mitsuri Kanroji y Obanai Iguro, durante la batalla final contra Muzan, es un relato de sacrificio entrelazado con una profunda devoción. Heridos de gravedad, lucharon hasta el final, conscientes de su inminente destino.
Su amor floreció en medio del caos, una promesa silenciosa de renacer en un mundo sin demonios. Una búsqueda de una vida ordinaria que les fue negada.
- Mitsuri, la Pilar del Amor, sufrió heridas devastadoras, perdiendo extremidades y sufriendo daño facial. Su resiliencia, sin embargo, permaneció intacta.
- Obanai, el Pilar de la Serpiente, luchó codo a codo con ella, protegiéndola incluso en su estado debilitado. Ofreció su vida con tal de verla sonreír una vez más.
¿Paradójico, no crees? Que el amor y la muerte bailen tan juntos.
En esa entrega final, pidieron reencarnar juntos, libres de las sombras del deber y la tragedia. Un anhelo que trasciende la propia existencia.
- Su sacrificio contribuyó a la derrota de Muzan, allanando el camino para una nueva era. El amanecer de un futuro mejor.
- Su legado vive en los corazones de aquellos a quienes inspiraron, un recordatorio de la fuerza del amor y la valentía ante la adversidad.
Reflexión: A veces pienso en la brevedad de la vida, en cómo un instante puede definir un destino. Me recuerda a una vez que vi florecer un cerezo en invierno, una belleza efímera pero impactante.
Curiosidades: ¿Sabías que el diseño de la espada de Mitsuri está inspirado en un látigo? Y que la serpiente de Obanai, Kaburamaru, era su compañera desde la infancia? Pequeños detalles que enriquecen la historia.
¿Qué siente Obanai por Mitsuri?
Obanai alberga un profundo amor por Mitsuri, aunque su linaje familiar lo atormenta, generando dudas sobre su propia valía. Este sentimiento complejo, donde el afecto se mezcla con la inseguridad, le impide expresar abiertamente sus emociones.
Su afecto es innegable, pero condicionado. Es como esa vez que intenté tocar el piano: las ganas estaban, pero la técnica me traicionaba.
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La carga del pasado: Obanai se siente marcado por su clan, creyendo que su pasado impuro lo descalifica para el amor de Mitsuri. Es una tragedia griega en miniatura, donde el destino familiar pesa más que la voluntad individual.
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El orgullo como barrera: A veces, el orgullo es un muro que construimos para protegernos, pero termina aprisionándonos. Obanai se refugia en él, incapaz de mostrar su vulnerabilidad.
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El miedo al rechazo: ¿Quién no ha sentido ese escalofrío ante la posibilidad de no ser correspondido? Para Obanai, este miedo se agudiza por su percepción de sí mismo.
La vida es un laberinto emocional, y el amor, a menudo, la puerta más difícil de encontrar. A veces me pregunto si Obanai encontró la llave. Yo sigo buscándola, eh.
¿Qué le pasó a Iguro Obanai?
¡Qué desastre aquello! Recuerdo 2023 como el año en que vi el final de Obanai… Dios, fue horrible. Ese corte… ¡tres líneas paralelas, justo en la cara! Lo dejaron ciego, imagínate. Una tragedia. El pobre.
Estaba viendo la pelea en la tele, en mi casa, cerca de la plaza del pueblo. Era noche, tenía un café con leche tibio en la mano. Sentí un escalofrío cuando lo vi caer… tan joven, con esa mirada… Ya no era el mismo.
Pensaba en su infancia, en las fotos que vi, su cabello largo, amarrado con un vendaje blanco… que contraste con esa herida, brutal, que le marcó para siempre. No puedo olvidar su boca, antes normal, ahora… bueno, ya no lo sé. Estaba muy afectada, realmente muy afectada por lo que acababa de presenciar. Era un héroe.
La muerte de Obanai fue un golpe muy duro. Tenía 25, apenas. Increíble. Su valentía… pero la vida… a veces es injusta. Es una pena, un maldito desperdicio. No sé qué más decir, todavía me duele.
- La herida: Tres líneas paralelas, ceguera.
- Su infancia: Pelo largo, vendaje blanco, boca normal.
- La muerte: Muy joven. Un desperdicio.
- Mi reacción: Escalofríos, tristeza profunda.
Tenía un póster suyo en mi habitación, ahora está un poco arrugado porque lo he mirado mucho, llorando un poco… Lo lamento mucho. Aún siento la tristeza como si fuera ayer.
¿Cuál fue el pasado de Iguro Obanai?
El pasado… una grieta oscura en la memoria, un eco de jadeos entre sombras. Obanai Iguro, nacido en una familia… de serpientes. No, no eran serpientes de verdad, pero así sentía la fría envoltura de la traición familiar, la asfixia de un pasado que se retuerce, una serpiente que le muerde el alma.
Treinta y siete generaciones de mujeres… un linaje ininterrumpido, hasta que yo… él… llegó. Una maldición, me llamaron. Doce años en la oscuridad, encerrado como un animal. Recuerdo la humedad, el hedor a moho y a miedo. El silencio, pesado como piedras en el pecho. Una oscuridad que se filtraba por los poros, una oscuridad que se convertía en mi mismo.
El odio… no es una palabra lo suficientemente grande. Es una herida abierta, supurando veneno. La soledad, un compañero fiel. ¿Por qué odio mi pasado? Porque me arrebató la infancia. Porque me convirtió en algo… extraño, ajeno. Porque ese encierro, ese olvido forzado, esa marca, aún la siento ardiendo en mi piel, 370 años después.
Ese vacío que me acompaña… es el eco de lo que no fui, de lo que me arrebataron. La luz del sol, la risa de los niños. Cosas pequeñas, insignificantes para la mayoría, tesoros que nunca tuve, y por eso… ardo en un odio que es un eco de mi propia existencia.
- Nació en una familia de ladrones. No eran nobles, ni ricos, simplemente… despreciables.
- Fue una “maldición”. Su nacimiento masculino quebró la tradición familiar, condenándolo al ostracismo.
- Doce años de encierro. La infancia robada, la soledad fría como el acero.
Mi propia hermana, la única persona que me ayudó, morir… esa fue una herida más. Otra capa a este peso.
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