¿Cuándo se pierden los derechos reales?

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Los derechos reales se extinguen por:

  • Destrucción del bien.
  • Renuncia del titular.
  • No uso (en algunos casos).
  • Consolidación (unión de propiedad y gravamen).
  • Adquisición originaria por otro.
  • Expropiación forzosa.
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¡Ay, los derechos reales! Un tema que suena a libro viejo de derecho, pero que en realidad toca cositas muy nuestras, ¿no creen? A ver, pensemos en eso… ¿Cuándo se nos escapan de las manos esos derechos, esos “poderes” que tenemos sobre las cosas? Me acuerdo cuando mi abuela siempre decía: “Lo mío es mío, y no lo suelto ni con agua hirviendo”. Pero incluso ella sabía que, a veces, las cosas cambian.

La teoría dice que los derechos reales se extinguen, que desaparecen. Pero, ¿cómo? ¿De qué manera? Aquí les va lo que he ido aprendiendo, contado a mi manera, con alguna que otra metedura de pata, como todos.

Primero, la destrucción del bien. Obvio, ¿no? Si la casa se quema hasta los cimientos, pues… ya no hay casa. Recuerdo una vez, en un pueblo que visité, un incendio arrasó con todo. La gente perdió sus casas, sus recuerdos, todo. ¿Cómo reclamar un derecho sobre algo que ya no existe? Es una tristeza enorme.

Luego está la renuncia del titular. Esto es más voluntario, por decirlo de alguna manera. “No quiero más esta propiedad, la abandono”. Imaginen que les toca la lotería y deciden deshacerse de esa casucha vieja que tenían en el campo, porque, vamos, ya no la necesitan. ¿Pero qué pasa si no renuncian formalmente? Aquí es donde las cosas se complican, me parece a mí.

El no uso… Uf, aquí la cosa se pone interesante. No todos los derechos reales se pierden por no usarlos. Pero, por ejemplo, una servidumbre (imaginen el derecho a pasar por la finca del vecino para llegar a la suya). Si durante años no usas ese paso, ¡adiós servidumbre! ¿Entienden? Es como una planta que no riegas, al final se seca.

La consolidación, ¡qué palabra más rara! En esencia, es cuando la propiedad y el “gravamen” (una carga, como una hipoteca) se juntan en la misma persona. Imaginen que ustedes le deben dinero al banco por su casa (la hipoteca). Si por alguna razón, ustedes terminan comprando el banco… ¡Puf! La hipoteca desaparece. Suena loco, pero pasa.

Después tenemos la adquisición originaria por otro. Esto es más complicado, lo admito. En palabras sencillas, alguien adquiere la propiedad por sus propios actos, sin depender de que el anterior dueño se la ceda. Imaginen a alguien que encuentra un tesoro enterrado en un terreno baldío (ojo, que la ley varía según dónde estés, ¡no salgan a excavar!). En ciertas circunstancias, ese tesoro (y quizás el terreno) podría pasar a ser suyo. Es como una película de Indiana Jones, pero sin látigo.

Y por último, la expropiación forzosa. Esta es la que menos me gusta. El Estado necesita tu terreno para construir una carretera, un hospital, lo que sea. Te pagan, claro, pero… ¿Y si no quieres vender? Es un tema delicado, porque se balancean el interés público y el derecho a la propiedad privada. Siempre me pregunto, ¿está realmente justificado?

Así que, ahí lo tienen. Los derechos reales, esos “poderes” que tenemos sobre las cosas, pueden desaparecer por muchas razones. Algunas son lógicas, otras más complejas. Lo importante, creo yo, es entender cómo funcionan para proteger lo que es nuestro, y también, para respetar los derechos de los demás. Al final, todo se reduce a eso, ¿no les parece?

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