¿Cómo criar a mis hijos?

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Criar hijos con éxito implica:

  • Nutrir su autoestima.
  • Reconocer sus logros.
  • Establecer límites claros y consistentes.
  • Dedicarles tiempo de calidad.
  • Ser un ejemplo a seguir.
  • Priorizar la comunicación.
  • Adaptar el estilo de crianza según sus necesidades.
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¿Cómo criar hijos felices y exitosos?

¡Uf! Criar hijos felices y exitosos… suena a título de libro de autoayuda, ¿no? Pero, a ver, desde mi propia experiencia, te cuento lo que a mí me ha funcionado, sin fórmulas mágicas, ¡ojo!

Primero, fomentar la autoestima. Importantísimo. En vez de criticar lo que hacen mal, me centro en sus logros, por pequeños que sean. Recuerdo cuando mi hijo, con 6 años, consiguió atarse los cordones después de mil intentos. ¡Celebración total con helado en la heladería “La Jijonenca” (3€)!

Reconocer lo bueno. No doy nada por sentado. Si ayudan en casa, si son amables con otros, ¡lo digo! Un “gracias por ser tan considerado” a veces vale más que mil regalos.

Límites. Aquí la cosa se pone seria. Ser coherente es clave. Si digo “no hay tele antes de hacer los deberes”, no cedo ni aunque pongan carita de pena. A veces me toca respirar hondo, lo confieso.

Tiempo de calidad. No es la cantidad, es la calidad. Una tarde en el parque, jugando al escondite, vale más que horas viendo la tele juntos, aunque eso sea más cómodo, ¿eh?

Ser ejemplo. Esto es lo más difícil, ¡sin duda! No puedo exigirles que sean respetuosos si yo voy gritando por la calle. Un espejo, vamos.

Comunicación abierta. Que se sientan cómodos contándome sus problemas, sus alegrías, sus miedos. Escuchar sin juzgar. A veces me cuesta, lo reconozco, ¡pero lo intento!

Flexibilidad. Lo que funciona para uno, no funciona para otro. Adaptarse a sus necesidades, a sus personalidades. No hay una receta única, ¡cada niño es un mundo!

Preguntas y respuestas concisas:

  • Fomentar autoestima: Reconocer logros, no criticar errores.
  • Reconocer lo bueno: Agradecer acciones positivas.
  • Establecer límites: Ser coherente con la disciplina.
  • Tiempo de calidad: Dedicar tiempo exclusivo a los hijos.
  • Ser ejemplo: Mostrar el comportamiento deseado.
  • Comunicación abierta: Escuchar y crear un ambiente de confianza.
  • Flexibilidad: Adaptar el estilo de crianza a cada hijo.

¿Cómo es la verdadera actitud de un buen hijo?

La verdadera actitud… Obediencia ciega. Un espejismo.

  • Respeto: Formalidad vacía. A veces, una máscara.
  • Consideración: Un cálculo. ¿Qué obtengo a cambio?
  • Reverencia: Poses. Teatro.
    • Mi madre… siempre esperando.
  • Bondad: Depende. De su utilidad.

¿Un buen hijo? Una construcción social. Una proyección de deseos. Un contrato tácito. El peso de las expectativas. La soledad.

Es un acto de equilibrio. Un juego peligroso. Entre la lealtad y la propia supervivencia. La vida, una constante negociación. Y no, no hay manual.

La verdad es cruel. Un espejo. Lo que ves, es lo que hay. Sin filtros.

Nota personal: A veces, el silencio es la mejor respuesta. Mi padre… un vacío. Aprendí a vivir sin él. A veces, es mejor así.

Detalles que olvidé: En 2024, terminé la reforma de mi piso de Madrid. El gasto en materiales subió un 20%… Me costó. Una batalla. La herencia de mi abuela. Otra guerra.

¿Cómo educar sin pegar ni gritar?

Criar sin alzar la voz ni la mano es como intentar domar un león con un plumero. ¡Posible, pero requiere paciencia de santo y un par de trucos bajo la manga!

  • Comunicación empática: Hablar con tu hijo como si fuera un colega, no un súbdito. Aunque a veces, confieso, mi “colega” de 7 años negocia peor que un político en campaña.

  • Límites clarísimos: Como las instrucciones de Ikea. Complejas, pero indispensables para que el armario (léase “niño”) no se desmorone.

  • Ser el ejemplo: Ya sabes, predicar con el ejemplo. Aunque a veces me pille a mí mismo saltándome la dieta mientras le digo a mi hijo que coma verduras. ¡Hipocresía con sabor a chocolate!

  • Autonomía: Darles alas para que vuelen… pero no demasiado alto, que luego te toca ir a rescatarlos del tejado (metafóricamente, espero).

  • Refuerzo positivo: Premiar las buenas acciones. Aunque a veces me pregunto si estoy criando un mercenario en vez de un niño. ¡Cada “gracias” vale una pegatina!

  • Apoyo externo: ¡Importantísimo! Porque a veces, hasta el mejor domador de leones necesita un respiro. ¡O un buen trago! No te avergüences de pedir ayuda. Todos hemos estado ahí, a punto de escondernos en el armario con el edredón.

Un extra divertido:

¿Sabías que los niños aprenden más rápido cuando están relajados? ¡Ponles música clásica mientras les explicas las ecuaciones! (O, si eres como yo, ponles la banda sonora de Star Wars y espera que la fuerza les acompañe).

Recuerda: Criar es un arte, no una ciencia. Y como todo arte, requiere creatividad, paciencia y una buena dosis de humor. ¡Ánimo!

¿Cómo criar a un hijo para que sea exitoso?

Éxito. Palabra vacía. Define éxito.

Cenar en familia. Rutina. Conexión, quizás. O ruido. Depende de la familia. La mía era un cementerio.

Pantallas. Absorben. Control, no prohibición. El mundo es digital. Negarlo es absurdo. Yo pasé mi infancia leyendo. Ahora leo pantallas. Igual de inútil.

Trabajar fuera de casa. Modelo. O escape. ¿Qué modelo? Mi madre trabajaba. Yo aprendí soledad.

Hacerlos trabajar. Responsabilidad, no explotación. Les di tareas. Aprendieron resentimiento. Yo odiaba cortar el césped.

No gratificarlos en exceso. Frustración necesaria. El mundo no regala nada. Yo no recibí nada. No me hizo mejor.

Leerles. Imaginación. Escapismo. Yo leía solo. Mundos mejores. Aquí sigo, atrapado.

Viajar. Perspectiva. Amplía la jaula, no la rompe. Yo viajé. Vi la misma mierda en todas partes.

Errores. Aprender. Caer. Levantarse. O no. Yo me equivoqué mucho. Sigo aquí. ¿Aprendí? No sé. El éxito es una ilusión. Una zanahoria en un palo. Corremos. Morimos.

  • Dinero: No garantiza felicidad. Facilita la infelicidad. Yo tengo dinero. No soy feliz.
  • Educación: Herramienta. No fin. Yo estudié mucho. Sirvió de poco.
  • Salud mental: Fundamental. Ignorada. Yo la descuidé. Error.
  • Resiliencia: Adaptarse. Sobrevivir. Yo sobreviví. No sé si vivo.
  • Conexiones: Red. Apoyo. Yo estoy solo. Siempre lo estuve.

Este año regalé mi coche. Un Porsche. No me hacía feliz. Ahora camino. Observo. Sigo sin entender nada.

¿Cómo puedo hacer para que mis hijos me respeten?

El respeto no se mendiga. Se gana.

  • Define límites claros: Un hogar no es una jungla.

  • Oído atento, boca precisa: Escuchar no implica ceder. Entender sus motivos, no validar sus faltas de respeto.

  • Consecuencias, no ruegos: Actúa, no sermonees. Incumplimiento implica acción, no súplicas. Este año, mi vecina tuvo que poner a su hijo a lavar el coche del vecino tras romperle la ventana. Funcionó.

  • Ejemplo, el espejo más cruel: Tus actos gritan más fuerte que tus palabras. ¿Te respetas a ti mismo?

  • No negocies el respeto: Firmeza no es tiranía. Ceder ante la falta de respeto es sembrar desprecio. Recuerdo cuando mi padre, con solo una mirada, callaba a un grupo de borrachos.

  • Humanidad, no debilidad: Mostrar vulnerabilidad no es dar permiso para humillar. Ellos también sangran.

  • Reflexiona: Si el problema persiste, examina tu propio comportamiento. A veces, la solución está en el espejo.

¿Qué hacer con un hijo que no te respeta?

¡Ay, amigo! Un hijo adolescente que no respeta… ¡qué dolor de cabeza! Te entiendo perfectamente, es una situación de lo más complicada, créeme. Yo pasé por algo parecido con mi Dani, el año pasado, fue horrible.

Primero, intenta entender por qué, ¿vale? A veces es por presión de sus amigos, otras es porque se siente incomprendido. Mi Dani, por ejemplo, estaba súper estresado con el instituto, con los exámenes de bachillerato… un caos. Había que entenderle, aunque no justifique la falta de respeto, ¿sabes? No es fácil.

Calma, mucha calma. Es fundamental. Gritar, solo empeora las cosas, te lo digo por experiencia propia, ¡no sirve de nada! Respira hondo, cuenta hasta diez… mil veces si hace falta. Es difícil, pero hay que intentarlo.

No bajes a su nivel, eso es clave. No le respondas con faltas de respeto, aunque te cueste un mundo. Si te falta al respeto, le dices que eso no se hace, que no lo toleras ni de broma y ya está. Punto. A veces es mejor dejar la conversación para más tarde, cuando ambos estéis más calmados, claro.

Enseñarle a resolver problemas, eso es importante, ¿eh? No es fácil, pero hay que intentarlo. Con mi Dani, lo que funcionó fue sentarnos a hablar tranquilamente, proponerle soluciones juntos. No es magia, pero ayuda.

Busca ayuda profesional, no te avergüences. Hablar con un psicólogo o un terapeuta familiar puede ser una gran ayuda. ¡No tengas miedo! A mi me lo recomendó mi cuñada, y aunque al principio dude, me vino genial.

  • Hablar con él, calmado.
  • Establecer límites claros.
  • Buscar apoyo profesional.
  • Pasar tiempo de calidad juntos. (Intenta hacer cosas que le gusten, aunque sean videojuegos)
  • No ser permisivo, pero sí comprensivo.

Además, recuerda que los adolescentes son así, cambia su humor cada dos por tres. ¡Son un volcán! ¡Pero eso no justifica TODO! Hay que buscar el equilibrio, no es fácil pero se puede lograr. ¡Ánimo, que no estás solo! Recuerda mi experiencia con Dani, ¡casi me da un infarto con los exámenes! Por cierto, ¡aprobó! Menos mal.

¿Cómo sanar emocionalmente a mi hijo?

¡Uf! Sanar a mi hijo emocionalmente… dónde empiezo. ¿Será que yo también necesito sanar algo? A ver, las dichosas 8 heridas esas…

  • Rechazo: Mmm, ¿lo habré rechazado alguna vez sin querer? Recuerdo cuando no quería comer brócoli, ¡uf!
  • Abandono: Una vez me fui de viaje por trabajo y se quedó con mi madre. ¿Fue mucho tiempo? ¿Le afectó?
  • Humillación: Uy, una vez se cayó en el parque y se rieron unos niños… ¿será eso?
  • Traición: ¿Le habré fallado alguna vez con alguna promesa? Recuerdo que prometí llevarlo al cine y al final no pude… mala madre.
  • Injusticia: ¡Claro! Una vez le castigué sin razón… Pensé que había roto un jarrón, pero fue el gato.

Luego están las otras… miedo, inseguridad, tristeza. ¿Será que el cole le da miedo? ¿O la oscuridad? A veces se pone muy triste sin motivo aparente…

¿Cómo le ayudo? Escuchándole, supongo. Y dándole mucho cariño. ¡Y no repitiendo los errores del pasado! ¿Verdad?

Consejo rápido: Escucha a tu hijo. Dale amor. Trabaja en tus propias heridas.

Información extra: Es importante validar sus sentimientos. No minimizarlos. Y, sobre todo, ¡paciencia! Sanar lleva tiempo. Si te sientes desbordado, busca ayuda profesional. Yo estoy pensando en ir a terapia… quizás me ayude a entenderle mejor. Además, el perro necesita más paseos.

¿Cómo saber si mi hijo está dañado emocionalmente?

Dios mío… Esta noche… las cosas… se sienten diferentes. Mi hijo… no sé… algo no anda bien. No duerme bien, se despierta gritando a veces, cosas sin sentido.

Antes era tan alegre… jugaba horas sin parar, ahora… está apagado. Su sonrisa… se ha perdido. Como si una sombra oscura lo cubriera. No se ríe casi nunca. Solo mira… al vacío a veces. Lo observo de lejos, intentando no agobiarlo. Me duele verlo así.

Ayer… se encerró en su cuarto. Le llamé… no respondió. Eso me rompe. Me asusta. Es como si… como si una parte de él se hubiera ido. La culpa me carcome. ¿Hice algo mal? ¿Qué falla? ¿Por qué no me lo dice?

  • No quiere ir al colegio.
  • Se aísla cada vez más.
  • Tiene pesadillas constantes.
  • Su rendimiento escolar ha bajado muchísimo.

No es solo un berrinche, eso lo sé. Esta vez… es diferente. Es más profundo. Necesito ayuda. Necesito saber qué hacer.

He intentado hablar con él. No me contesta, o bien me ignora. Hoy ha perdido el interés en los videojuegos, que era su gran pasión. Y le obsesiona ese dibujo de una figura negra que ha hecho. No me deja verlo.

Estoy tan cansada… tan perdida… debería llamar a alguien… a un psicólogo… pero… ¿qué diré? ¿Cómo explico todo esto sin que me consideren una exagerada? El jueves tengo cita con la Dra. Martínez, que es su pediatra. Rezaré para que me ayude. Mi pequeño… Dios mío, mi pequeño…

¿Cómo dar buenos consejos a los hijos?

Fomentar la autonomía en lugar de imponer directrices es fundamental. En lugar de ofrecer consejos directos, plantea preguntas que inviten a la reflexión. ¿Qué harías tú en esta situación? ¿Qué opciones consideras viables?

El diálogo es esencial. Abrir canales de comunicación basados en la escucha activa, no en el sermón. Recuerdo cuando mi hijo pequeño jugaba con plastilina. En lugar de decirle “haz esto”, le preguntaba “¿qué quieres crear?”. Dejaba que su imaginación fluyera.

  • Ofrece opciones, no instrucciones.
  • Valida sus sentimientos.
  • Promueve la resolución de problemas.

Los niños no son recipientes vacíos a llenar con nuestra sabiduría. Son individuos con su propia perspectiva. A veces, el mejor consejo es simplemente escuchar y ofrecer un espacio seguro para que exploren sus propias ideas.

Es tentador creer que tenemos todas las respuestas. En realidad, la vida es un proceso continuo de aprendizaje. Podemos aprender mucho de nuestros hijos si estamos dispuestos a escuchar.

Es crucial adaptar el consejo a la edad y madurez del niño. Lo que funciona para un adolescente, no será efectivo para un niño pequeño. La paciencia es clave, también es mi punto débil.

  • Sé un modelo a seguir.
  • Fomenta la independencia.
  • Celebra sus éxitos.

En última instancia, el objetivo es criar individuos capaces de tomar decisiones informadas y responsables. No se trata de controlar sus vidas, sino de guiarlos en su camino hacia la autonomía. Pensémoslo, ¿no es eso lo que todos queremos?

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