¿Qué hace que la Tierra flote en el espacio?

¿Qué hace que la Tierra flote? Suena casi poético, ¿no? Como si nuestro planeta fuera una burbuja de jabón gigante flotando en un mar cósmico. Pero, bueno, aunque la imagen es bonita, la ciencia es más… ciencia. La Tierra no “flota” exactamente. Es la gravedad del Sol, esa fuerza invisible e inmensa, la que la mantiene girando a su alrededor, como una piedra atada a una cuerda que haces girar. Y sí, es una distancia ideal, ¿o no? Imagínate si estuviéramos más cerca… ¡nos freiríamos como huevos! O más lejos, congelados como… ¿como qué? ¿Un mamut en Siberia?

Es alucinante pensar en esa cuerda invisible, esa fuerza gravitatoria que nos mantiene a una distancia perfecta. Nos da luz, nos da calor… nos da vida. Y no sólo al planeta, ¡a nosotros también! La gravedad de la Tierra, a su vez, es la que nos pega al suelo. Literalmente. Si saltas, vuelves a caer. Y gracias a ella, la atmósfera, ese aire que respiramos, también se queda con nosotros.

Me acuerdo una vez, de pequeña, en un viaje al campo con mis padres. Estábamos mirando las estrellas, un cielo increíble, totalmente despejado, y yo, no sé por qué, le pregunté a mi padre: “¿Y si nos caemos del cielo?”. Él se rió y me explicó algo parecido a esto, de la gravedad y el Sol… Aunque claro, en versión para una niña de seis años. Me quedé pensando en eso durante días.

Y, ¿sabías que la gravedad no es igual en todas partes del planeta? No es que sea una diferencia enorme, no te vas a sentir más ligero en un sitio que en otro como si fueras a salir volando, pero… hay pequeñas variaciones. Leí por ahí, no recuerdo dónde, que en el ecuador pesas un poquito menos que en los polos. Cosas de la ciencia, supongo. A veces me imagino a la Tierra como una bola un poco imperfecta, con sus bultos y sus hendiduras, y cómo esa imperfección afecta a todo. Es fascinante, ¿verdad? Tan grande, tan compleja… y flotando, o mejor dicho, girando, en la inmensidad del espacio.