¿Cómo se dice Luna en otras palabras?

¿Qué otro nombre se le conoce a la Luna?

¿Qué otro nombre se le conoce a la Luna?

Selene. Así, simplemente. Un nombre que resuena con la antigua Grecia, con sus dioses y mitos. Hija de Hiperión y Tea, según la leyenda, Selene personificaba la belleza serena y misteriosa de la noche. El nombre, en sí mismo, es una obra de arte. Me recuerda a noches estrelladas en la playa de Zahara de los Atunes, contemplando el mar y la luna llena, una imagen que se graba en la memoria con la misma fuerza que el nombre Selene.

A diferencia de “Luna”, que es un término más prosaico, Selene evoca una dimensión más profunda, más mística. Piensa en ello: ¿no es fascinante cómo un simple nombre puede transportar nuestra imaginación a reinos de leyenda y poesía?

Curiosamente, la palabra Luna tiene su origen en el latín, mientras que Selene es de raíz griega. Este simple dato refleja la riqueza cultural y lingüística que rodea a nuestro satélite, un objeto celeste que ha inspirado innumerables historias y reflexiones filosóficas a lo largo de la historia de la humanidad. La influencia de la luna en las mareas, por ejemplo, siempre me ha parecido algo mágico. Es una danza cósmica sutil y poderosa.

• Nombres lunares: Selene no es el único nombre, claro. Existen otros nombres en diferentes culturas, que reflejan sus particulares visiones del cosmos. Quizás en el futuro investigue y publique una lista completa.
• Impacto cultural: El efecto de la luna en el arte, la literatura y la música es innegable. Piensa en las piezas nocturnas de Debussy, o las poesías de Lorca. Un reflejo constante. Una obsesión, casi.

Ah, casi lo olvido. Mi abuela me contaba historias sobre Selene cuando era pequeño; una forma maravillosa de entender la tradición oral. Una conexión con el pasado que persiste.

El nombre de Luna, aunque común, se siente… menos rico, ¿no? Es como preferir una pieza de fruta de supermercado a una recién cogida del árbol. Selene, en cambio, siempre tendrá ese toque de misterio, esa esencia inefable.

¿Cómo se le denomina a la Luna?

¡Ay, la Luna! ¿Cómo la llamamos? Pues, Luna, ¡obvio! Pero si quieres sonar más “pro”, dile Selene (si eres griego antiguo, claro) o Astro Rey de la Noche (si te va el drama).

• Es como el perrito faldero de la Tierra, siempre dando vueltas.
• Más pequeña que mi colección de calcetines desparejados (y eso es decir mucho).
• Ha inspirado más canciones de amor que suspiros hay en un culebrón venezolano.
• Dicen que pronto habrá cruceros lunares. ¡Yo voy si incluyen buffet libre!

¿Datos extra? ¡Por supuesto! La Luna está llena de cráteres, como mi cara después de una noche de pizza y videojuegos. Y aunque parezca solitaria, ¡la orbitan un montón de cacharritos espaciales! Se ve que no soy la única fan.

¿Cuántos nombres hay de la Luna?

Dios mío… La Luna… ¿Cuántos nombres? No sé… Siempre creí que solo tenía uno, el que me enseñaron de pequeña… Pero… hay tantos… 15, dicen. 15 nombres. Como si cada uno fuera una lágrima, una cicatriz en el cielo.

Pensándolo bien… siempre me ha parecido fría, distante. Su luz, una mentira blanca, engañosa. Esas noches… tan largas… como si cada nombre fuera un susurro en la oscuridad, un eco de mi soledad.

Este año… he intentado encontrar consuelo en sus fases, pero solo encuentro más vacío. Es un reflejo… de lo que soy. Un reflejo… rota, incompleta.

Quizá… es que cada nombre representa una parte de mí misma, de mi desolación. Una faceta que me rehúso a aceptar. El peso de 15 nombres. El peso de 15… vidas sin vivir… o quizás sí vividas, solo que no como se debía.

Recordando…

• La Luna del Lobo, enero… siempre la asocié a mi primera gran decepción amorosa.
• La Luna de Gusano, marzo. Esa… la recuerdo nublada… como mi futuro… incierto.
• Mi abuela me hablaba de la Luna Rosa, abril. Nunca la vi rosa. Solo la vi vacía.
• La Luna de Flores, mayo… era mi cumpleaños. Siempre estuvo apagada… como mi alegría.
• Julio… la Luna del Ciervo. Ese año mi padre enfermó… el ciervo herido…

Esos nombres… esos recuerdos… me ahogan. Esos 15 nombres… una condena a la tristeza eterna. No me gusta pensar en ello. Pero es allí, en la noche, que los veo… claros… fríos… como la propia Luna.