¿Cuánto tiempo duran los hongos en la ropa?

0 ver

¡Uf, qué horror pensar en hongos viviendo un mes en mi ropa! Me da una sensación de suciedad y preocupación por la salud. ¡Un mes es muchísimo tiempo! Me hace querer lavar toda mi ropa con agua hirviendo y desinfectante. Y lo de la influenza... ¡qué asco! Ocho a doce horas son suficientes para que me contagie. ¡Definitivamente voy a ser más cuidadosa con la limpieza de mi ropa y mi casa!

Comentarios 0 gustos

¿Cuánto tiempo duran los hongos en la ropa? Uf, ¿te imaginas? La idea misma me da escalofríos. Me acuerdo una vez, encontré una mancha rara en mi camiseta favorita, ¡de esas que te cuesta tanto tirar! Parecía inofensiva, pero la duda me carcomía. ¿Serían hongos? ¿Estarían ahí, escondidos, como bichitos microscópicos haciendo vida? Un mes… ¡un mes entero pueden estar ahí! ¡Es una barbaridad! Me parece una eternidad, ¿verdad? Se me pone la piel de gallina solo de pensarlo.

Y luego está eso de la influenza… Ocho a doce horas… ¡ocho a doce horas! Para contagiarte. Es tan poco tiempo. Recuerdo a mi prima, que se enfermó horriblemente de gripe, y justo antes se había probado un abrigo que su hermano había usado, ¡y él estaba fatal! De verdad que te hace reflexionar. Es algo que te deja pensando: ¡qué poca cosa para que nos pase eso! Me imagino esos virus escurridizos, como pequeños ninjas microscópicos, esperando el momento perfecto para atacar.

Después de esa experiencia con la mancha sospechosa (que, por cierto, lavé a una temperatura que casi me quemaba las manos) y el susto de mi prima, he cambiado muchísimo mi forma de ver la limpieza. Ahora mismo, hasta me lavo las manos después de doblar la ropa, ¡lo admito! Si hay algo que he aprendido, es que la limpieza no es solo cuestión de estética, es una cuestión de salud y, sobre todo, de tranquilidad mental. ¡Mejor prevenir que curar, que dicen por ahí! Ya no me conformaré con solo echar la ropa a la lavadora, ¡hasta la lejía va a sentir mi rabia! Jajajaja. Ya no quiero ni pensar en tener un ejército de hongos conviviendo en mi armario… ¡ni en la influenza, claro! ¡Ay, qué horror!