¿Cómo decir discapacidad sin ofender?
La ONU, en su Convención de 2006 sobre los derechos de las personas con discapacidad, estableció persona con discapacidad como el lenguaje preciso y respetuoso para documentos oficiales y cualquier otro contexto. Prioriza el individuo y su condición, evitando etiquetas deshumanizantes.
Navegando las palabras: Cómo hablar de discapacidad con respeto y sensibilidad
Hablar de discapacidad puede generar incomodidad. A menudo, el miedo a ofender nos paraliza, impidiéndonos abordar el tema con la naturalidad y el respeto que merece. Sin embargo, la clave reside en comprender que el lenguaje, bien utilizado, puede ser una herramienta poderosa para la inclusión y la erradicación de prejuicios.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), consciente de la importancia del lenguaje en la construcción de una sociedad más justa, estableció en su Convención de 2006 sobre los derechos de las personas con discapacidad, el término “persona con discapacidad” como la forma precisa y respetuosa para documentos oficiales y cualquier otro contexto. Esta elección no es arbitraria, sino que responde a una necesidad fundamental: priorizar a la persona por encima de su condición.
¿Por qué es tan importante esta distinción?
La respuesta reside en la semántica y en el impacto que las palabras tienen en nuestra percepción de la realidad. Utilizar términos como “discapacitado” o “inválido” equivale a etiquetar a la persona con una característica que la define por completo, relegando a un segundo plano su individualidad, sus talentos, sus sueños y su derecho a ser considerada como cualquier otro miembro de la sociedad. Estos términos, además, conllevan una carga negativa y deshumanizante que contribuye a perpetuar estereotipos y discriminación.
En cambio, la expresión “persona con discapacidad” sitúa en primer lugar a la persona, reconociendo su individualidad y dignidad inherente. La discapacidad se presenta como una característica más, no como la esencia que la define. Es decir, no se trata de una “persona discapacitada”, sino de una persona que tiene una discapacidad, al igual que una persona que tiene el pelo rubio o que practica algún deporte.
Más allá de la terminología oficial: Sensibilidad en la práctica
Si bien la recomendación de la ONU es un punto de partida esencial, la sensibilidad y el respeto deben extenderse a otros aspectos del lenguaje y la comunicación:
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Evita eufemismos innecesarios: Términos como “capacidades diferentes” o “personas con necesidades especiales” pueden parecer bien intencionados, pero a menudo son ambiguos y paternalistas. Es preferible ser directo y preciso, utilizando la expresión “persona con discapacidad”.
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No generalices ni estereotipes: Cada persona con discapacidad es un individuo único con sus propias experiencias, capacidades y necesidades. Evita caer en generalizaciones que invisibilizan la diversidad dentro del colectivo.
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Sé respetuoso y atento: Pregunta si necesitas ofrecer ayuda, pero no asumas que la persona con discapacidad necesita asistencia en todo momento. Respeta su autonomía y sus decisiones.
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Escucha activamente: Presta atención a cómo la propia persona prefiere ser nombrada y respetada. La comunicación abierta y honesta es la clave para construir relaciones basadas en el respeto mutuo.
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Evita el lenguaje sensacionalista o inspiracional falso: No uses la discapacidad como fuente de inspiración o para resaltar la “superación” de la persona. Su vida es su vida, no un ejemplo de heroicidad para el resto del mundo.
En definitiva, hablar de discapacidad con respeto implica un cambio de mentalidad. Se trata de reconocer la individualidad y la dignidad de cada persona, utilizando un lenguaje preciso y sensible que contribuya a la inclusión y a la erradicación de prejuicios. La clave reside en recordar que, antes que cualquier otra cosa, somos personas.
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