¿Cómo es un desgarro nivel 2?

¿Cómo es un desgarro de segundo grado? Ay, Dios mío… Solo de pensarlo me tiembla el cuerpo. Recuerdo a mi amiga Ana, después del parto de su segundo hijo. La vi, pálida, con los ojos llenos de lágrimas… no de felicidad, sino de dolor puro. Un desgarro de segundo grado, le dijeron. ¿Segundo grado? ¿Qué significa eso, realmente? Parece tan frío, tan clínico, ¿no? Pero la realidad es que es una herida profunda, ¿sabes? Que te afecta la piel, sí, pero también los músculos… entre la vagina y el recto. ¡Imagínate el dolor! Y la angustia… saber que la herida llega hasta dentro… hasta dentro de la vagina. ¡Qué horror!

Recuerdo que Ana me contaba, entre sollozos, los puntos en la sala de partos… después de todo el esfuerzo del parto, del empuje… ¡y encima eso! Tres o cuatro semanas de recuperación… ¡una eternidad! Para cualquiera, imagino, pero para una madre nueva, con un recién nacido que cuidar… es una pesadilla. ¿Cómo se hace? ¿De verdad? Me decía que el dolor era insoportable, que las primeras semanas fueron un infierno. Claro que tuvo apoyo, su marido y su familia la mimaron mucho, pero aún así… se le notaba la marca, la huella imborrable de esa experiencia.

A veces pienso… ¿por qué tiene que ser tan brutal? Es injusto, ¿no? Todo el esfuerzo por traer una vida al mundo, y recibir a cambio… esto. He leído que afecta a un porcentaje importante de mujeres, algo así como, no recuerdo bien, un 20% o más, según algunos estudios que vi por ahí. Pero las cifras son solo cifras, ¿verdad? Cada desgarro, cada experiencia, es única e inmensamente personal. Lo que sí sé es que espero de todo corazón que cualquier mujer que pase por esto, tenga el apoyo y la recuperación que se merece. Que tenga a alguien que le sujete la mano, que le de fuerzas, que le recuerde que no está sola y que todo pasará. Porque sí, aunque parezca que no, pasa. Y se cicatriza, aunque la huella, esa, quizás, nos quede para siempre.