¿Cómo sanar las paredes del intestino?

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¡Ay, el intestino! Para mí, sanarlo es crucial para sentirme bien. Comer frutas y verduras es un gustazo, ¡me encantan los colores en mi plato! Los prebióticos y probióticos son mis aliados, como un abrazo para mi flora intestinal. ¡Ah, el estrés! Intento domarlo con yoga, aunque a veces me gana la batalla. Menos azúcar y ultraprocesados, ¡sí, por favor! Y dormir, fundamental, aunque a veces Netflix me atrape. ¡A mover el cuerpo, que la vida es movimiento!

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¿Cómo sanar las paredes del intestino? Ay, Dios mío, qué pregunta… ¿Quién no se la ha hecho alguna vez, verdad? Para mí, es algo… vital. No es solo una cuestión de salud, es una cuestión de sentirme yo. De sentirme con energía, con la cabeza despejada, sin esa pesadez constante que te deja la mala digestión.

Recuerdo una vez, hace un par de años, que estaba hecha un cuadro. Hinchazón, gases, dolores… parecía que mi intestino quería rebelarse. El médico, claro, me habló de la dieta. Y, ay, qué razón tenía. Comer frutas y verduras, ¡qué gozada! Me encantan los colores, de verdad. Veía mi plato como un arcoíris, ¿sabes? De repente, comer sano se volvió una experiencia sensorial, no solo una obligación. Aquellos tomates rojos jugosos, las espinacas de un verde tan intenso… ¡una maravilla!

Los prebióticos y probióticos… ¡mis salvavidas! Es como si le diera un abrazo a mi flora intestinal, la mimara, la cuidara. Como si les dijera: “Chicas, aquí tenéis vuestro cariño, ahora a trabajar juntas”. Y funcionó, sí, lo noto enseguida.

Pero, claro… ¿el estrés? Ahí está el demonio. El yoga me ayuda, sí, pero hay días que Netflix me gana la batalla. Lo confieso. Me meto en la cama con mi taza de manzanilla (sin azúcar, eh, que ya estoy aprendiendo) y… ¡zas! Cinco capítulos después y sigo con el mismo estrés. ¡Maldición! Necesito ser más constante, ¡lo sé!

Y el azúcar… Uf. Los ultraprocesados… ni hablar. Es una lucha diaria, una batalla contra mis antojos, pero poco a poco voy ganando terreno. Digamos que al 70%, pero es un avance. Un estudio que leí decía que el 80% de la población tiene problemas digestivos relacionados con la alimentación, y yo me sentía identificada al 100%, claro. No es que me lo tomara como una estadística fría, sino que me sentí comprendida. No estoy sola en esta guerra, ¡qué alivio!

Dormir… ¡ay, dormir! Fundamental, pero a veces parece misión imposible. Igual que moverme, ¿eh? Me compro esos gadgets de actividad física, me apuntó al gimnasio… pero luego llega el sofá y… ¡adiós planes! Sé que es importante, que la vida es movimiento, ¡pero qué pereza a veces! Es un trabajo en progreso, ¿no? Este camino de sanar el intestino es una maratón, no una carrera de velocidad, y necesito paciencia y amor propio, eso seguro.