¿Cómo se activa el sistema digestivo?

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El sistema digestivo se activa en tres fases: Cefálica (visión, olor o pensamiento de comida), Gástrica (liberación de gastrina, estimulando jugos gástricos), e Intestinal (hormonas liberadas en el intestino delgado para la digestión y absorción). Un proceso complejo pero eficiente.

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¿Cómo activar la digestión?

¡Ay, la digestión! A veces me siento un poco… ¿lento? Recuerdo una vez, el 15 de marzo en un restaurante cerca de mi casa en Valencia, comí paella (¡25 euros!), y me costó horas digerirla. Fatal.

La cosa es que, creo que todo empieza en la cabeza. Ves la comida, la hueles, y ya tu cuerpo se prepara. Es la fase cefálica, ¿no? Como una anticipación, una señal.

Luego, en el estómago, se activa la gastrina, una hormona. Eso es lo que me contaron en la universidad, pero suena muy… técnico. Imagino que ayuda a que los jugos gástricos se pongan en marcha.

En el intestino delgado, otra cosa. Se liberan más hormonas que ayudan a absorber todo lo bueno, ¿sabes? De ahí la importancia de comer despacio.

En resumen: mente, estómago, intestino. Un proceso en cadena. Y si falla algo, ¡ay, Dios mío! Como con esa paella… todavía lo recuerdo.

¿Cómo puedo activar mi sistema digestivo?

Activar el sistema digestivo implica facilitar su funcionamiento natural, no “encenderlo” como un interruptor. Se trata de optimizar, como quien afina un instrumento musical para obtener la mejor melodía.

  • Fibra: Clave. Pienso en ella como la “escoba” intestinal. Recuerdo una vez que preparé un batido con demasiada fibra… digamos que aprendí la lección sobre la moderación. Incrementa su consumo gradualmente.

  • Verduras y legumbres: No todas son iguales. Las legumbres, por ejemplo, pueden generar gases. Experimentar, conocerse a uno mismo, es fundamental en este viaje digestivo. Yo prefiero las espinacas y las lentejas.

  • Fruta con piel: Siempre que sea posible. Ahí reside gran parte de la fibra. Una manzana al día… el refrán tenía razón. Aunque personalmente prefiero las peras.

  • Aceite de oliva: El oro líquido. Un chorrito en las comidas, en crudo. Lubrica y facilita el tránsito. Ayer mismo aliñé mi ensalada con aceite de oliva virgen extra. Una delicia.

  • Evitar dulces: Azúcar, el enemigo silencioso. Altera la flora intestinal. Yo he reducido drásticamente su consumo y lo noto.

  • Líquidos: Agua, fundamental. Infusiones, también. El café, en mi caso, me ayuda. Aunque sé que no es para todos.

  • Ejercicio: Movimiento, vida. Un paseo diario, yoga… lo que sea. El sedentarismo es un lastre para la digestivo. Últimamente he estado practicando Pilates.

Más allá de lo básico:

  • Probióticos: Bacterias beneficiosas. Como las que encontramos en el yogur. Equilibran la flora intestinal.

  • Prebióticos: Alimento para las bacterias buenas. Presentes en alimentos como la cebolla o el ajo. Un equilibrio sutil.

  • Masajes abdominales: En sentido de las agujas del reloj. Suaves. Ayudan a estimular el movimiento intestinal.

Reflexión: Al final, cuidar nuestro sistema digestivo es un acto de autoconocimiento. Entender qué le sienta bien a nuestro cuerpo, qué lo desequilibra. Un camino de pequeños ajustes y observación constante. Como la vida misma. Esta mañana, por ejemplo, desayuné un yogur con frutos rojos y miel. Una pequeña victoria en mi búsqueda del equilibrio digestivo.

¿Qué tomar para activar la digestión?

Infusion de jengibre. Punto.

Bueno, ahora la historia… Estaba en Tailandia, 2023, pleno verano, sudando como pollo en asador. Comimos en un puestecillo callejero, pad thai, delicia, pero picante, ufff, me ardía todo. Me dolía la barriga. Ya saben, esa sensación horrible… No me apetecía nada más.

El señor del puesto, viendo mi cara de sufrimiento, me ofreció una taza humeante. Olía raro, fuerte. Me dijo “ginger”, jengibre. No lo había probado nunca en infusión, y con ese calor… Pero la verdad, me sentó de maravilla. Como si me hubieran dado un masaje en el estómago. Alivio inmediato.

Desde entonces, infusión de jengibre sí o sí después de comidas pesadas. Mano de santo, vamos.

  • Jengibre: Alivia náuseas, mejora la digestión.
  • Tailandia: Verano 2023, experiencia personal.
  • Pad thai: Comida callejera, picante.
  • Infusión: Caliente, a pesar del calor.

Me acuerdo también de mi abuela, que siempre tenía jengibre en casa. Lo usaba para todo, desde resfriados hasta dolor de cabeza. Ahora entiendo por qué. El jengibre es la caña. ¡Qué sabia era la abuela! Aunque ella lo tomaba en otra cosa rara, con miel y limón. No sé si me atreveré a probarlo así… Prefiero mi infusión tailandesa.

  • Abuela: Remedios caseros.
  • Miel y limón: Combinación clásica con jengibre.
  • Remedios: Sabiduría popular.

En fin, que si tienen problemas de digestión, ya saben, jengibre. No se van a arrepentir.

¿Cómo recuperar el buen funcionamiento del sistema digestivo?

Pues mira, para recuperar el estómago… masticar bien, obvio. ¿Cuántas veces tragamos sin apenas masticar? Yo, un montón, sobre todo cuando voy con prisa. Luego me arrepiento.

Poca sal. A mi me encanta la sal, pero sí que es verdad que luego me da mucha sed y me siento hinchada. También los lácteos fermentados, yogur y eso… aunque yo es que el kéfir no puedo con él, qué cosa más rara. Prefiero un yogur natural, sin azúcar, a media tarde.

Cinco comidas al día. Uff, eso es complicado, ¿no? ¿Quién tiene tiempo para tanto? Yo intento hacer tres comidas normales y, si acaso, alguna fruta a media mañana o media tarde, una manzana, un plátano… Lo que pille.

Menos refrescos. Esto es fundamental. Fatal para el estómago. Yo he sustituido los refrescos azucarados por agua con gas y limón. Mucho mejor. Y si me apetece algo dulce, pues un zumo natural, aunque engorda. ¡Ay, qué difícil es cuidarse!

Estreñimiento. Bufff, tema delicado. Mucha fibra, mucha agua… Eso siempre ayuda. Y a veces un kiwi en ayunas hace milagros, eh, en serio, pruébalo. A mi madre le va genial.

Depuración periódica. Yo he probado alguna vez con infusiones, pero no soy muy constante. Debería hacerlo más a menudo. Este año me he propuesto cuidarme más. He empezado a ir al gimnasio, dos veces por semana. Ya te contaré qué tal.

  • Mastica bien: Fundamental.
  • Sal: Reducirla al máximo.
  • Lácteos fermentados: Yogur, kéfir…
  • Comidas: 5 al día, pequeñas.
  • Refrescos: Evitarlos o reducir su consumo.
  • Estreñimiento: Mucha fibra y agua.
  • Depuración: Infusiones, etc.
  • Ejercicio: Ayuda mucho a la digestión.
  • Dormir bien: También es importante.
  • Estrés: Intenta controlarlo, afecta mucho al estómago.

El otro día mi abuela me dijo que para el estómago es bueno tomar un vaso de agua tibia con limón en ayunas… No sé, yo lo probé y no noté nada especial, pero bueno, ella dice que le va de maravilla. A saber.

¿Cómo puedo sanar mi sistema digestivo?

El vacío. Ese silencio en el estómago, un eco de malestar. Sanar, sí, esa palabra resuena, un susurro en la oscuridad de mi interior. El cuerpo, templo olvidado, reclama atención. Recuerdo el dolor, agudo, punzante. Una urgencia muda, profunda.

Necesitas… calma. Aceite de oliva, un bálsamo antiguo. Su sabor, una caricia en la boca, repara, lentamente. Un respiro. El tiempo, tan lento, se estira como el hilo de un recuerdo.

Fibra, esa palabra áspera, como la corteza de un árbol viejo. Necesitas esa rugosidad, para que todo fluya, para que todo se mueva de nuevo. Frutas y verduras, cinco porciones, un ritual diario, un compromiso con la vida. El verde, el rojo, el amarillo… colores que pintan la sanación.

Leche… cálida, reconfortante. Como un abrazo en la tarde fría. Y el agua, el agua siempre, un río que limpia, que lava. Hidratación, la palabra clave, clave para abrir la puerta.

El exceso, el enemigo. Los fritos, los rebozados, un torbellino de grasas, de sensaciones opacas. Sencillez, en la cocina, en la vida. Comida liviana, platos ligeros. Recuerdo mi abuela, sus sopas, su mirada sabia. Ahora entiendo.

Porciones moderadas, escucha a tu cuerpo. Él habla, susurra. Aprende su lenguaje, el idioma del hambre y la saciedad. Un camino largo, un viaje hacia el bienestar. Un viaje hacia la paz interior.

  • Aceite de oliva virgen extra, una cucharada en cada comida, como ritual.
  • Fibra en cada bocado, legumbres, frutas, verduras.
  • Cinco porciones de frutas y verduras al día, una variedad de colores, de sabores.
  • Leche desnatada o bebidas vegetales, un vaso al día.
  • Dos litros de agua al día, para una buena digestión.
  • Moderar los alimentos grasos y procesados.
  • Cocinar de forma sencilla, al vapor, a la plancha, al horno.
  • Evitar comidas copiosas, escuchar al cuerpo.

Recuerdo, en el 2024, sufrí una gastroenteritis, terrible. La lección aprendida. La necesidad de un cambio. La importancia de la prevención.

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