¿Cómo se expulsa la anestesia del cuerpo?

Uf, ¿cómo se va esa cosa, la anestesia? Es una sensación rarísima, ¿no? Como estar flotando… o ausente. Me acuerdo de la vez que me operaron del menisco, ¡qué cosa más extraña! Desperté como en una nube, con la boca pastosa… ¿Les pasa a todos o solo a mí?

Dicen, y he leído por ahí –no sé si será verdad, de esas cosas que uno lee en internet y no sabe si creerse del todo– que si te la ponen con gas, pues simplemente la respiras, la sueltas, como si fuera el humo de un cigarro, pero al revés. Tiene su lógica, ¿no? Entró por aire, sale por aire. Pero claro, si te la inyectan… ahí la cosa se complica. Tu hígado y tus riñones, esos pequeños héroes anónimos, se tienen que currar la limpieza. ¡Menudo trabajo les damos! Pienso en ellos ahí, filtrando, procesando… y me da una cosa… Como si fueran pequeños obreros dentro de mí.

Recuerdo que la enfermera me decía: “Bebe mucha agua, que así ayudas a eliminar la anestesia”. Y yo, medio atontada, asentía. Bebía agua como si no hubiera un mañana. Supongo que algo ayudaría, ¿no? Aunque, a ver, tampoco creo que fuera milagrosa la cosa. Es que, imagínate la cantidad de química que te meten en el cuerpo… No sé, me impresiona. A veces pienso en todos esos procesos que ocurren dentro de nosotros sin que nos demos ni cuenta. Es alucinante, ¿verdad? Como una pequeña ciudad funcionando a la perfección… o casi. Porque a veces, claro, la ciudad se rebela, y te entran náuseas, o escalofríos… o esa sensación de irrealidad que a mí me da un poco de yuyu. En fin, que el cuerpo humano es un misterio. Y la anestesia, otro más.

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