¿Cómo se hace el cultivo de una bacteria?

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Para cultivar bacterias en laboratorio, se inocula una muestra en una placa de Petri con un medio nutritivo específico, ya sea sólido o líquido, según la bacteria. Luego, la placa se incuba a la temperatura idónea para promover la proliferación bacteriana, permitiendo así su estudio y análisis.

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Desentrañando el Arte del Cultivo Bacteriano: Un Viaje Microscópico

El mundo invisible que nos rodea alberga una diversidad asombrosa de microorganismos, entre los que destacan las bacterias. Estas entidades unicelulares, a menudo injustamente demonizadas, juegan roles cruciales en ecosistemas y procesos vitales. Para entenderlas, estudiarlas y aprovechar su potencial, la ciencia ha desarrollado técnicas precisas para su cultivo en laboratorio. Este proceso, aparentemente sencillo, requiere cuidado y atención al detalle para asegurar un resultado óptimo. A continuación, exploraremos cómo se logra este fascinante cultivo.

El Primer Paso: Sembrando la Semilla Invisible

El punto de partida del cultivo bacteriano es la inoculación. Imagina que estás sembrando una semilla, pero en lugar de tierra, utilizas un medio cuidadosamente preparado, y en lugar de una semilla visible, siembras una muestra que contiene las bacterias que deseas cultivar. Esta muestra puede provenir de diversas fuentes: agua, suelo, alimentos, o incluso muestras clínicas.

Se utiliza una placa de Petri, un recipiente redondo y plano, como el “jardín” donde prosperarán nuestras bacterias. Dentro de esta placa, se vierte un medio nutritivo, la clave para el éxito del cultivo. Este medio actúa como un alimento completo para las bacterias, proporcionándoles los nutrientes esenciales que necesitan para crecer y multiplicarse. Los medios nutritivos pueden ser sólidos (generalmente gelificados con agar) o líquidos (caldos).

La elección del medio es crucial y depende del tipo de bacteria que se desea cultivar. Algunos medios son de uso general, permitiendo el crecimiento de una amplia variedad de bacterias, mientras que otros son selectivos, diseñados para favorecer el crecimiento de un tipo específico de bacteria e inhibir el crecimiento de otras. Esta selectividad se logra incorporando al medio sustancias que promueven o inhiben el crecimiento de determinados microorganismos.

La inoculación se realiza con técnicas asépticas, es decir, minimizando el riesgo de contaminación por microorganismos no deseados. Esto implica esterilizar el área de trabajo, los instrumentos utilizados y trabajar cerca de una llama para crear una corriente ascendente que evite la caída de partículas contaminantes. Existen diversas técnicas de inoculación, como el estriado, la extensión en placa o la siembra por punción, cada una con un propósito específico, desde el aislamiento de colonias individuales hasta la cuantificación de la concentración bacteriana.

El Segundo Acto: La Incubación – El Calor que Despierta la Vida

Una vez inoculada la placa, comienza la incubación. Este proceso implica colocar la placa en un ambiente controlado, generalmente una incubadora, a una temperatura idónea para la proliferación de la bacteria en cuestión. La temperatura óptima varía significativamente según la especie bacteriana. Algunas bacterias prosperan a temperaturas cercanas a las del cuerpo humano (37°C), mientras que otras prefieren temperaturas más bajas o más altas.

Durante la incubación, las bacterias se multiplican exponencialmente, formando colonias. Una colonia es una agrupación visible de millones de bacterias que descienden de una sola célula original. El tamaño, la forma, el color y la textura de las colonias pueden variar dependiendo de la especie bacteriana y del medio de cultivo utilizado, ofreciendo pistas valiosas para su identificación.

El Resultado: Un Universo en Miniatura Bajo el Microscopio

Finalmente, una vez transcurrido el tiempo de incubación adecuado, la placa está lista para ser analizada. Observando las colonias, los científicos pueden obtener información valiosa sobre las características de las bacterias, como su morfología, sus requerimientos nutricionales y su susceptibilidad a antibióticos.

El cultivo bacteriano es una herramienta fundamental en microbiología, esencial para el diagnóstico de enfermedades infecciosas, el desarrollo de nuevos fármacos, la investigación en biotecnología y la comprensión del mundo microbiano que nos rodea. Es un arte que combina precisión, paciencia y una profunda fascinación por el poder invisible de las bacterias.