¿Cómo se llama la etapa de 60 años a más?

¿Cómo se llama esa etapa, eh? La de los sesenta para arriba… ¿vejez? Suena tan… tan frío, ¿no? Como si de repente te apagaran la luz y ya está. Y no es así, ¿verdad que no? Para mí, que ya voy camino de los sesentaycinco, es más bien… una nueva aventura. O quizás, mejor dicho, la continuación de la aventura, porque ¿acaso la vida termina a los sesenta? ¡Qué va!

Claro, que “vejez” o “edad adulta mayor” son las palabras que usan los libros, los médicos, las estadísticas… los informes oficiales, aburridos y llenos de gráficos. Hablan de “el 70% de las personas mayores de 65 años…” y bla, bla, bla… Cifras, cifras, que me dejan fría, ¿sabes? Prefiero recordar la risa de mi abuela, con sus ochenta y pico años, contándome historias de cuando era joven, con esa chispa en los ojos que nunca se apagó. Ella no se sentía vieja, ¡ni mucho menos!

Recuerdo una vez, acompañándola al médico… y me preguntó, nerviosa, si se le notaba mucho la edad. ¡Ay, qué ternura! Le dije que estaba radiante, aunque por dentro sentía un nudo en la garganta. Porque uno se va dando cuenta, poco a poco, de que el tiempo… bueno, que el tiempo pasa. Y uno ya no tiene la misma energía, claro. No puedo subir esa montaña como lo hacía antes, ni siquiera puedo correr detrás de mis nietos como quisiera, a veces me falta el aire…

Pero, a pesar de todo, esto… esta nueva etapa, es fascinante. Es como si, de repente, tuvieras todo el tiempo del mundo para dedicarte a lo que realmente importa: los afectos, los pequeños placeres, leer ese libro que llevas años queriendo leer… cosas así. Y si hay achaques, pues sí, los hay. Pero cada arruga cuenta una historia, ¿no te parece? Cada canita es un recuerdo, una batalla ganada, un aprendizaje… y es que, al final, la vida es eso, ¿no? Un montón de historias y de recuerdos que nos hacen ser quienes somos.