¿Cómo se ve una quemadura química?

¿Cómo se ve una quemadura química? Ay, esa pregunta… me trae recuerdos, recuerdos que prefiero mantener guardados, pero que a veces, como ahora, se cuelan sin pedir permiso. Recuerdo ese verano, tenía yo unos doce años, jugando con un líquido que… bueno, que no debía haber tocado. Y zas. Un dolor que me dejó sin aliento, un ardor que parecía querer comerme viva.

Las quemaduras químicas… ¿cómo se ven? Pues depende, claro. En mi caso, fue una quemadura bastante fea, con ampollas enormes, de esas que te hacen querer arrancarlas, aunque sepas que no debes. La piel, roja como un tomate, inflamada… parecía que iba a explotar. Un dolor intenso, uno de esos que te dejan sin palabras, que te paralizan, que te hacen desear que el tiempo se detenga, que ese maldito ardor se acabe.

En casos leves, dicen que solo hay enrojecimiento, un poco de dolor, sin ampollas. Mmm… creo que me contaron algo así, no lo recuerdo con exactitud. Pero lo mío fue… otro cantar. Mucho más grave, claro. Ampollas, dolor, una sensación de… vulnerabilidad. Como si mi piel se hubiera vuelto papel, fácil de romper, de quemar.

Recuerdo al médico, su cara seria, las preguntas… ¿Qué había pasado? Y yo, con la garganta seca, intentando explicarlo. No era fácil, era como si la memoria misma se quemara con el recuerdo del dolor.

La verdad, la gravedad de la quemadura química depende mucho de la profundidad de la lesión, ¿no? El médico me explicó algo de primero, segundo y tercer grado, pero la verdad, en ese momento, solo me importaba el dolor insoportable. Lo único que deseaba era que aquel sufrimiento se acabara. Y después, claro, la cicatriz. Una cicatriz que me recuerda que a veces, la curiosidad puede resultar muy… peligrosa. Y que hay que tener mucho cuidado con lo que tocamos, sobre todo si no sabemos qué es. ¡Uf! Ni siquiera me acuerdo de qué líquido era… ojalá lo hubiera olvidado por completo.