¿Por qué me duelen los pies y me siento cansado?

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¡Ay, qué lata! Pies doloridos y cansancio… ¡una combinación terrible! Puede ser el estrés que me tiene tensa, esos nervios de los pies que a veces se rebelan, o simplemente que he estado de pie demasiado. Quizá una buena caminata me hizo bien al principio, pero luego me pasé. Necesitaría descansar, estirarme bien, y quizá incluso pensar en un buen masaje... ¡a ver si mañana me siento mejor!

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Ay, Dios mío, ¿por qué me duelen tanto los pies? Y este cansancio… ¡es que me desmorono! De verdad, ¿qué me pasa? Es una tortura, una auténtica pesadilla. Será el estrés, ¿no? Llevo días con un millón de cosas en la cabeza, el trabajo, la familia… ¡hasta la vecina de arriba que parece que se dedica a la gimnasia olímpica a las 6 de la mañana! Y claro, esos nervios, como si los pies mismos se quejaran, ¡me entienden, verdad?! Es como si gritaran: “¡Basta ya!”.

Recuerdo una vez, en ese viaje a Roma… ¡qué maravilla! Caminé tanto, tanto que al final tenía los pies hechos polvo. Pero era un dolor bonito, ¿sabes? Un dolor de esos que te recuerdan la aventura, las maravillas que viste… ¡la pizza que comí! Eso no era dolor, era… ¡satisfacción! Pero esto… esto es distinto. Esto es un dolor sordo, pesado, que me amarga el día.

Creo que me pasé ayer caminando, sí. Quería hacer ejercicio, moverme un poco, limpiarme la cabeza, pero… bueno, me excedí. Es que a veces se me va la mano, ¿verdad? ¡Soy un desastre! Leí en algún sitio, creo que en un artículo… ¡qué más da!, que el 80% de la población sufre de dolores de pies alguna vez en la vida. ¡Ochenta por ciento! Casi todo el mundo… eso me reconforta un poco, al menos no soy la única.

Necesito descansar, sí. Un buen baño de agua caliente, estirar los pies… ¡ay, que solo de pensarlo me alivia un poco! Y luego, un buen masaje. Ya me veo ahí, tumbada, relajándome… quizás hasta con una copa de vino, ¿por qué no? A ver si mañana amanezco como nueva… ¡crucemos los dedos! Si no… ¡a llamar al masajista!