¿Qué dijo Aristóteles sobre la eutanasia?

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Aristóteles, en su Política, sugiere que el Estado no debe criar niños con deformidades. Esta postura podría interpretarse como una justificación para la eutanasia en casos de incapacidad irreversible y sin posibilidad de recuperación, donde la persona no puede valerse por sí misma.
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La Sombra de la Eutanasia en la Filosofía de Aristóteles: Una Interpretación Cautelosa

Aristóteles, figura central de la filosofía occidental, dejó una huella imborrable en el pensamiento político y ético. Si bien no existe un tratado explícito sobre la eutanasia en su obra, la interpretación de algunos pasajes, especialmente en su Política, ha generado un debate intenso y, a menudo, controvertido. La afirmación de que el Estado no debería criar niños con deformidades, frecuentemente citada en este contexto, nos obliga a una lectura cuidadosa y matizada, evitando proyecciones anacrónicas sobre el pensamiento del filósofo griego.

La frase en cuestión, extraída de la Política, debe entenderse dentro del contexto histórico y social de la antigua Grecia. La sociedad ateniense, lejos de la modernidad, no poseía los recursos médicos ni la concepción de la discapacidad que tenemos hoy en día. Una “deformidad”, en el sentido aristotélico, podría abarcar una amplia gama de discapacidades físicas o mentales que, en esa época, significaban una imposibilidad casi absoluta de integración social y autosuficiencia. No se trataba, necesariamente, de una valoración moral de la vida de la persona afectada, sino más bien de una consideración pragmática de la viabilidad social del individuo y la capacidad del Estado para su sustento.

Argumentar que esta postura implica una justificación de la eutanasia es una interpretación arriesgada y que requiere de importantes matices. Aristóteles no aboga explícitamente por la eliminación de individuos con discapacidades; su argumento se centra en la carga que estos representaban para una sociedad con recursos limitados. La “no crianza” podría entenderse, en un sentido más amplio, como la ausencia de asistencia estatal para su supervivencia, dejando esta responsabilidad en manos de la familia o, en su defecto, resultando en la muerte natural del niño.

Diferenciar entre “no criar” y una acción directa que termine con la vida es crucial. La ausencia de una intervención activa por parte del Estado no equivale a una apología de la eutanasia, entendida como la acción intencional de provocar la muerte de una persona para aliviar su sufrimiento. La postura aristotélica, en este sentido, podría interpretarse como una forma de selección natural, un proceso de eliminación indirecta resultado de la precariedad de recursos y las limitaciones médicas de la época.

Concluir que Aristóteles defendía la eutanasia basándonos únicamente en la frase mencionada resulta, por lo tanto, una simplificación excesiva e incluso una tergiversación de su pensamiento. Su enfoque se centra en las responsabilidades y las limitaciones del Estado en el contexto de una sociedad con recursos escasos. Cualquier intento de proyectar su postura sobre el complejo debate contemporáneo de la eutanasia debe tener en cuenta la profunda diferencia entre el contexto antiguo y la bioética moderna, evitando una lectura superficial y potencialmente manipuladora de su obra. El análisis profundo requiere un estudio más amplio de la ética aristotélica, considerando su concepto de bien, felicidad y la función del Estado, para una comprensión más precisa y menos susceptible a interpretaciones simplistas.