¿Qué enfermedades pueden atacar a la piel?

Ay, la piel, esa capa que nos envuelve, nuestra armadura, a veces tan traicionera… ¿Quién iba a pensar que algo tan aparentemente simple pudiera sufrir tanto? A mí, por ejemplo, me ha dado una dermatitis atópica de esas que te dejan con la piel como papel de lija, ¡qué horror! Recuerdo una vez, en verano, ¡justo de vacaciones!, que me dio un brote tan fuerte que parecía que me quemaban viva. ¿Y qué decir de esas pequeñas heridas que no parecen gran cosa, pero que a veces se infectan, convirtiéndose en un verdadero calvario?

Hablando de calvarios… ¡el cáncer de piel! Esa palabra me pone los pelos de punta. He visto a gente cercana luchar contra él, y te juro que te cambia la perspectiva de la vida. No es solo una enfermedad, es una lucha… y un miedo constante. Aunque dicen que la prevención es clave –y yo, por supuesto, uso protector solar cada día, aunque a veces me olvido y luego me arrepiento amargamente– la verdad es que da un poco de miedo, ¿no?

Luego están esas cosas que a todos nos pueden pasar: el eccema, ese picor infernal… ¡quién lo ha sufrido lo entiende! O la psoriasis, con sus placas rojas… y las infecciones, ¡cuántas veces me he raspado una rodilla jugando de pequeña y me ha terminado saliendo una infección horrible! Recuerdo una vez, una infección por impétigo… ¡qué mal rato! Me picaba todo el tiempo, era insoportable.

Y el envejecimiento… ¡ay, el envejecimiento! Claro que es natural, pero ¿quién no quiere mantener esa piel tersa y joven lo más que se pueda? Hablan de que más del 80% de las arrugas se deben al sol, ¡menuda responsabilidad! Así que ya saben, ¡protector solar todos los días! Y, si no, a sufrir las consecuencias… porque la verdad, a veces me miro al espejo y veo las marcas del tiempo, y pienso… ¡uf!

En fin, la piel… un mundo, ¿no? Un espejo de nuestro cuerpo, que nos refleja por dentro y por fuera. Hay que cuidarla, mimarla, protegerla… Porque, al final, es nuestro escudo contra el mundo.

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