¿Qué es bueno para cerrar heridas profundas?

Ay, Dios mío, ¿quién no ha visto una herida profunda alguna vez? A mí, solo de pensarlo se me eriza la piel. Recuerdo una vez, cuando era niño, me caí de un árbol… ¡qué barbaridad! Una herida en la rodilla, parecía un mapa de la selva amazónica, de tanto que sangraba. La imagen me persigue todavía. ¿Quién olvida su primera herida de verdad?

Lo primero que te enseñan, y lo que a mí me repitieron hasta la saciedad, es la presión directa. Sí, sí, lo sé, duele un montón. Es un dolor agudo, que te encoge el alma, pero es necesario, ¿no? Hay que frenar esa hemorragia como sea. Recuerdo el algodón empapado en sangre… Sentí como si me vaciaran.

Después, el ungüento antibacteriano. Eso sí que me da tranquilidad. Es como una caricia en el alma, sabes que estás haciendo algo para protegerte de una infección, que es lo peor que te puede pasar. Porque ya sabes que una infección… uf, ni te lo imaginas. Un amigo mío tuvo una infección en una herida pequeña, y estuvo semanas sufriendo. ¡Semanas!

Y luego, el vendaje. ¡Por favor, que no se pegue! Cambiar un vendaje pegado… ¡qué pesadilla! Es como arrancarse a tiras la piel, te lo juro. Me acuerdo de una vez que me pasó, sentí un dolor insoportable, era como si me desgarraran de nuevo la herida. Casi lloro, ¡la verdad! He llegado a leer que hasta un 70% de la gente que se cura en casa sufre por esto. ¡Una barbaridad! De verdad, prefiero diez veces más el dolor de la herida inicial, a pasar por eso. Así que, por favor, vendaje que no se pegue, o que se quite con facilidad, como el de mi abuela, que era una experta en curar heridas, ¡la mejor!

En fin, ver una herida profunda… es como ver tu propia fragilidad, ¿no? Te recuerda lo vulnerable que eres. Pero bueno, con un poco de cuidado, presión, antibiótico y un buen vendaje… ¡se cura! Al menos, eso espero.