¿Qué es mejor, tapar una herida o dejarla al aire libre?

¿Tapar la herida o dejarla al aire? Uf, la eterna pregunta, ¿no? Yo, sinceramente, siempre he sido de las de tapar, tapar, tapar. ¿Quién quiere bichos y polvo metiéndose en una herida abierta? ¡Puaj!

Recuerdo una vez, de pequeña, me caí de la bici y me hice un buen raspón en la rodilla. Mi abuela, que era de las de “al aire libre que cura antes”, insistió en dejarla destapada. Yo, claro, lloraba a moco tendido, no solo por el dolor, sino por la idea de todas las cosas asquerosas que podían aterrizar ahí. ¿Te imaginas? Al final, mi madre, bendita sea, me convenció de ponerme una tirita con dibujitos, y bueno, no sé si curó antes, pero al menos me sentí más segura, ¡y eso ya es mucho!

Además, ahora que lo pienso, tiene toda la lógica del mundo. Si está tapada, la herida se mantiene húmeda, ¿no? Y eso ayuda a que la piel se regenere mejor. De hecho, leí por ahí –no me preguntes dónde, que no me acuerdo– que una herida cubierta cicatriza más rápido y con menos riesgo de infección. Algo así como que el ambiente húmedo bajo un apósito, no sé qué de no sé cuántos, promueve una mejor… Bueno, la cosa es que la ciencia lo avala.

Dejarla al aire, en cambio, la reseca, y así seguro que duele más. Y ni hablar de las infecciones… ¡Un imán para bacterias! Y lo peor de todo: ¡la cicatriz! Se queda más fea, más visible. A mí me pasó con un corte en el dedo, que me dio pereza taparlo y… ahí lo tengo, una marca para el recuerdo. Así que, lección aprendida.

En fin, que por experiencia propia –y por lo que he leído por ahí–, mejor tapar la herida. Más vale prevenir que curar, ¿o no?