¿Qué hacer cuando tienes ganas de orinar y no puedes hacer?

¿Necesidad urgente de orinar, pero no puedes?

¡Ay, ese momento! Recuerdo una vez, el 15 de marzo, en un atasco monumental en la carretera de Valencia a Alicante… ¡horroroso! Necesitaba orinar con urgencia, el coche a reventar, sin posibilidad de parar.

La tensión era brutal. Intenté respirar profundo, como me habían dicho alguna vez, pero la vejiga pedía a gritos auxilio. El dolor era intenso, casi insoportable.

Pensé en los ejercicios de Kegel, que hago a veces, pero no estaba para ejercicios finos. La situación era demasiado crítica. Finalmente, llegamos a un área de descanso y… ¡uf! El alivio fue increíble.

Para controlar esas ganas locas, apretar los músculos del suelo pélvico ayuda, aunque no siempre funciona. Respirar despacio, intentar relajarse. Un poco difícil en una emergencia, claro.

¿Cómo se llama el medicamento para orinar?

¡Ah, el famoso “meo-rápido”! Se llama furosemida. Es como el fontanero de tu cuerpo, pero en vez de arreglar tuberías, ¡te hace soltar agua a chorros!

• Es un diurético, ¡como si tus riñones tuvieran superpoderes para vaciar el depósito! Imagina que tus riñones son como un parque acuático con toboganes infinitos de pipí. ¡Adrenalina pura!
• Sirve para echar el agua que sobra. Si estás más hinchado que un globo, este es tu amigo. Literalmente, te deshincha.
• Ojo, que no es magia. Si abusas, te puedes quedar más seco que la mojama. ¡Y eso no mola nada!

¡Dato extra jugoso!

¿Sabías que algunos atletas intentan usarlo para “dar el peso” antes de una competición? ¡Como si fuera un atajo para entrar en la báscula! Pero ojito, ¡que te pueden pillar! Y además, ¡es peligroso! No hagáis locuras, chic@s. Yo una vez usé un cinturón apretado, pero eso es otra historia y no es ilegal… creo.

¿Qué se debe tomar para orinar más?

Medianoche. Otra vez. Despierto. Pensando. Dando vueltas. Y la sed… siempre la sed.

Beber para orinar. Ironía, ¿no? Como si el cuerpo fuera un campo seco, agrietado. Y yo, buscando la lluvia… aunque sea artificial.

• Diente de león.
• Jengibre.
• Perejil.

Los he probado todos. Infusiones amargas, vaho caliente en la oscuridad. Un ritual absurdo.

Espino. Ese aún no. Mañana lo compraré. Una nueva esperanza, una nueva decepción probablemente.

Enebro… Recuerdo el olor a ginebra barata en el bar de la esquina. Noches borrosas, risas huecas. Otro intento fallido de ahogar la sed. No la física, claro. Esa otra… la que me quema por dentro.

Este año, he probado de todo. Tantas hierbas, tantas promesas. Pero la sequía persiste. El vacío sigue ahí. Como un pozo sin fondo.

Para orinar más: diente de león, jengibre, perejil, espino, enebro. Es lo que dicen. Lo que leo. Lo que busco en la red, a estas horas, con los ojos cansados.

Mi abuela preparaba una infusión con hojas de higuera… Decía que era buena para “limpiar”. No recuerdo si funcionaba. Solo recuerdo sus manos, arrugadas como hojas secas, sirviéndome la taza. Ojalá estuviera aquí.

Y la sed… siempre la sed.

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