¿Qué le ocurre a un paciente que tenga deficiencia de oxigenación?

0 ver

¡Uf, qué angustia pensar en la falta de oxígeno! Me imagino la desesperación de no poder respirar bien, sentir que te ahogas aunque estés rodeado de aire. Ese color azulado en la piel... ¡escalofriante! Y la confusión, perder el control de tus pensamientos. ¡Debe ser aterrador! Creo que una situación así te hace valorar cada bocanada de aire que normalmente das por sentado. ¡Qué importante es el oxígeno!

Comentarios 0 gustos

¿Qué le ocurre a un paciente con deficiencia de oxígeno? Ay, Dios mío, solo de pensarlo se me acelera el corazón. Recuerdo a mi abuela, que Dios la tenga en su gloria, sus últimos días… esa dificultad para respirar, ese jadeo… era desgarrador. ¿Cómo explicar esa sensación de ahogo, de que te falta el aire aunque estés tumbado en la cama, con la ventana abierta? Era como si los pulmones se le volvieran de plomo, ¿sabes? pesados, incapaces…

No era solo la dificultad para respirar, no. Tenía también… esa palidez, un azul alrededor de los labios… me acuerdo perfectamente, me daba tanto miedo. Y la confusión… ¡pobrecita! A veces hablaba cosas sin sentido, parecía como si estuviera en otro mundo. Se le iba la vida, poco a poco, robada por esa falta de oxígeno. Es terrible, ¿verdad? Te deja sin aliento, literalmente.

Uno no se da cuenta de lo vital que es el oxígeno hasta que falta. Respiramos sin pensar, ¿no? Cada bocanada es un milagro, ¡y ni nos damos cuenta! Me acuerdo de un documental que vi una vez… decían que, sin oxígeno, el cerebro empieza a sufrir daño en cuestión de minutos, como cinco o seis… ¡cinco o seis minutos! Da pánico solo de imaginarlo. Es una cifra que se me quedó grabada, una especie de… recordatorio brutal de lo frágil que es la vida. Y luego, claro, los demás órganos también se empiezan a resentir. Todo se va apagando.

Y esa sensación de… desesperación, ¿no? La angustia de no poder respirar… ¡es la peor pesadilla imaginable! Te hace valorar cada respiro, cada pequeño sorbo de aire… cada latido del corazón. La verdad es que, después de ver a mi abuela, aprecio la vida de otra manera. Cada día es una bendición, ¿no te parece?