¿Qué le pasa al cuerpo con la glucosa alta?
Fragmento reescrito:
La glucosa elevada persistente puede llevar a la cetoacidosis diabética. En esta condición, la falta de insulina impide que la glucosa nutra las células. El cuerpo, en respuesta, recurre a la grasa como fuente de energía, proceso que produce cuerpos cetónicos y altera el equilibrio ácido del organismo, poniendo en riesgo la salud.
El impacto silencioso de la glucosa alta en tu cuerpo
Mantener niveles saludables de glucosa en sangre es crucial para el correcto funcionamiento del organismo. Cuando estos niveles se elevan y se mantienen altos de forma persistente, un estado conocido como hiperglucemia, se desencadena una cascada de efectos negativos que pueden afectar a diversos órganos y sistemas, a corto y largo plazo. Más allá de la sed excesiva y la micción frecuente, síntomas clásicos de la hiperglucemia, se esconden consecuencias más insidiosas que es importante conocer.
Uno de los riesgos más graves de la glucosa alta sostenida, especialmente en personas con diabetes tipo 1, es la cetoacidosis diabética. En esta condición, la ausencia o insuficiencia de insulina impide que la glucosa, principal fuente de energía celular, penetre en las células. Privadas de su combustible habitual, las células envían señales de alarma al organismo. En respuesta, el cuerpo activa un mecanismo de supervivencia recurriendo a las reservas de grasa como fuente alternativa de energía. Este proceso metabólico, si bien proporciona energía a corto plazo, genera subproductos llamados cuerpos cetónicos.
La acumulación de cuerpos cetónicos en la sangre acidifica el organismo, un estado conocido como acidosis metabólica. Esta alteración del equilibrio ácido-base interfiere con las funciones vitales, pudiendo provocar náuseas, vómitos, dolor abdominal, dificultad para respirar, confusión mental e incluso coma. La cetoacidosis diabética es una emergencia médica que requiere atención inmediata.
Además del riesgo de cetoacidosis, la hiperglucemia crónica daña progresivamente los vasos sanguíneos, grandes y pequeños. Este daño, conocido como microangiopatía y macroangiopatía, aumenta el riesgo de desarrollar complicaciones como retinopatía diabética (daño en los vasos sanguíneos de la retina que puede llevar a la ceguera), nefropatía diabética (daño renal), neuropatía diabética (daño en los nervios periféricos), enfermedad cardiovascular (infartos, accidentes cerebrovasculares) y problemas en la circulación de las extremidades inferiores (pie diabético).
La glucosa alta también debilita el sistema inmunológico, haciendo al organismo más susceptible a infecciones. Las heridas, por ejemplo, tardan más en cicatrizar y son más propensas a infectarse.
Mantener un control adecuado de la glucosa en sangre a través de una dieta equilibrada, ejercicio regular y, si es necesario, medicación prescrita por un profesional de la salud, es fundamental para prevenir estas complicaciones y disfrutar de una vida plena y saludable. Ante cualquier síntoma de hiperglucemia, es importante consultar con un médico para obtener un diagnóstico preciso y un plan de tratamiento personalizado.
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