¿Qué pasa si agarro agua caliente y luego fría?

El mito de la artritis por el agua caliente y fría: ¿un baño de choque?

El contraste entre el agua caliente y el fría, ¿un riesgo para nuestras articulaciones? La respuesta es un rotundo no. La creencia popular de que alternar entre agua caliente y fría puede desencadenar la artritis es un mito. Si bien la experiencia de pasar de una temperatura a otra puede resultar en una desagradable sensación de choque, no hay evidencia científica que la asocie con el desarrollo de esta enfermedad.

La sensación de choque térmico, esa impresión repentina de frío o calor, se debe a la rápida adaptación de los receptores de temperatura en la piel. Nuestro cuerpo, como un sistema perfectamente regulado, se adapta constantemente a los cambios ambientales, y la transición entre agua caliente y fría es solo un ejemplo de esa capacidad. La piel reacciona a los diferentes estímulos de temperatura y, durante un breve instante, percibimos esa diferencia como un “choque”. Esta respuesta fisiológica pasajera no tiene ninguna implicación a largo plazo en la salud de las articulaciones.

Es importante destacar que la artritis es una enfermedad compleja con una amplia gama de causas, y la exposición a cambios bruscos de temperatura no se encuentra entre ellas. Factores como la genética, la edad, el estilo de vida y determinadas enfermedades subyacentes son los principales responsables del desarrollo de la artritis. No existe un vínculo directo entre la alternancia de temperaturas del agua y la inflamación de las articulaciones.

En resumen, el temor a desarrollar artritis por alternar entre agua caliente y fría es infundado. Si bien la sensación de choque térmico es real, no representa ningún peligro para las articulaciones ni conlleva riesgo alguno de desarrollar artritis. Disfruta de tu ducha o baño con la tranquilidad de saber que la salud de tus articulaciones no se verá afectada por un cambio de temperatura.