¿Qué pasa si ingiero suero fisiológico?
¿Un trago de suero fisiológico? Lo que debes saber sobre su ingesta accidental.
El suero fisiológico, esa solución transparente que vemos en hospitales y farmacias, a menudo se asocia con la hidratación intravenosa. Pero, ¿qué sucede si lo ingerimos accidentalmente o, incluso, intencionadamente? Si bien un pequeño sorbo no suele representar un peligro inminente, es crucial entender los posibles efectos de un consumo mayor y cuándo debemos preocuparnos.
Ingerir pequeñas cantidades de suero fisiológico oral, como las que podrían quedar en un vaso tras un enjuague bucal, generalmente no es perjudicial. Su composición, principalmente agua y una concentración específica de cloruro de sodio (sal), es similar a la de nuestros fluidos corporales. Sin embargo, esto no lo convierte en una bebida inocua para consumir libremente.
El problema reside en la cantidad. Nuestro organismo mantiene un delicado equilibrio electrolítico, crucial para el correcto funcionamiento de músculos, nervios y órganos. Un consumo excesivo de suero fisiológico puede perturbar este balance, especialmente el del sodio. Cuando la concentración de sodio en la sangre aumenta significativamente, hablamos de hipernatremia.
La hipernatremia puede manifestarse a través de diversos síntomas, inicialmente con molestias como náuseas y vómitos. Irónicamente, a pesar de contener agua, un exceso de suero fisiológico puede conducir a la deshidratación, ya que el organismo intenta compensar el exceso de sodio extrayendo agua de las células. En casos más severos, la hipernatremia puede desencadenar complicaciones neurológicas, confusión, convulsiones e incluso coma.
Es importante destacar que la cantidad de suero fisiológico necesaria para causar problemas varía según factores individuales como la edad, el peso y el estado de salud preexistente. Por lo tanto, no se puede establecer una cantidad “segura” universal para su ingesta.
Ante cualquier duda o malestar tras la ingesta de suero fisiológico, la recomendación es clara: consulte a un médico o profesional de la salud. Ellos podrán evaluar su situación particular y determinar la mejor manera de proceder. No se automedique ni subestime la importancia de una consulta profesional. Recordemos que la información aquí presentada tiene carácter informativo y no sustituye la valoración médica personalizada.
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