¿Qué pasa si no se cumple la etapa de latencia?

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La ausencia de la etapa de latencia podría acarrear desafíos significativos. Se observa una reducida tolerancia a la frustración y la espera, un desarrollo menos completo de las habilidades lingüísticas y del pensamiento abstracto. Además, la capacidad de sublimación, crucial para canalizar impulsos, podría verse notablemente afectada, impactando el desarrollo psicosocial.

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El Silencio Roto: Consecuencias de la Ausencia de la Etapa de Latencia en el Desarrollo Infantil

La teoría psicosexual de Sigmund Freud propone una serie de etapas clave en el desarrollo infantil, cada una caracterizada por un foco particular de energía libidinal. Entre estas etapas, la de latencia (aproximadamente entre los 6 y los 12 años) a menudo se percibe como un período de relativa calma, un respiro antes de la tormenta de la adolescencia. Pero, ¿qué ocurre cuando este “silencio” se ve interrumpido? ¿Qué pasa si la etapa de latencia, fundamental para el desarrollo psicosocial, simplemente no se cumple?

Si bien es difícil imaginar una ausencia total, podemos entender la “no superación” de la etapa de latencia como una interrupción o un desarrollo atípico durante este período. Imaginemos un niño que, en lugar de experimentar una relativa calma en sus impulsos y un enfoque en el aprendizaje y las habilidades sociales, continúa mostrando una actividad sexual y agresiva desproporcionada para su edad. Las consecuencias de esta interrupción pueden ser profundas y multifacéticas.

Una de las manifestaciones más comunes es una reducida tolerancia a la frustración y la espera. Durante la latencia, los niños aprenden a postergar la gratificación, a entender que no todas las necesidades se satisfacen de inmediato. La ausencia de este aprendizaje puede conducir a la impulsividad, la irritabilidad y la dificultad para manejar situaciones que requieren paciencia y persistencia. En un niño que no ha “superado” la latencia, la necesidad de satisfacción inmediata domina, impidiendo el desarrollo de la autodisciplina y el control emocional.

Además, la etapa de latencia es crucial para el desarrollo de las habilidades lingüísticas y del pensamiento abstracto. Es un período de aprendizaje intensivo, donde los niños absorben información, expanden su vocabulario y desarrollan la capacidad de razonar de manera más compleja. Un niño que no experimenta este enfoque en el aprendizaje, ya sea por una continua lucha con sus impulsos o por otras dificultades, podría ver afectado su desarrollo cognitivo, dificultando la comprensión de conceptos abstractos y la comunicación efectiva.

Quizás la consecuencia más significativa de la ausencia de la etapa de latencia radica en su impacto en la capacidad de sublimación. Freud consideraba la sublimación como un mecanismo de defensa maduro, a través del cual los impulsos inaceptables (como la agresividad o los deseos sexuales) se canalizan hacia actividades socialmente aceptables y productivas. Un niño que no ha experimentado la latencia podría tener dificultades para desarrollar esta capacidad, lo que impactaría negativamente su desarrollo psicosocial. La incapacidad de canalizar sus impulsos de manera constructiva podría conducir a comportamientos antisociales, dificultades en las relaciones interpersonales y problemas de adaptación social.

En resumen, la etapa de latencia, a pesar de su aparente tranquilidad, es un período crucial para el desarrollo emocional, cognitivo y social del niño. Aunque una ausencia total es improbable, una interrupción significativa de esta etapa puede acarrear desafíos importantes en la vida del individuo, afectando su capacidad para regular sus emociones, aprender y adaptarse al mundo que le rodea. Es fundamental comprender la importancia de esta etapa y brindar el apoyo necesario a los niños para que puedan transitarla de manera saludable y constructiva, sentando las bases para un desarrollo psicosocial pleno y satisfactorio.