¿Qué pasa si tengo muchos lunares?

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Tener muchos lunares, especialmente si son grandes o de bordes irregulares (nevos atípicos), podría indicar un mayor riesgo de melanoma y, posiblemente, cáncer de mama. Consulta a un dermatólogo para una evaluación profesional y seguimiento.

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¿Muchos lunares: ¿qué debo saber?

¡Uf, lunares! Vaya tema… A ver, yo tengo un montón, pero un montón, ¿eh? Me acuerdo que cuando era chico, mi abuela me decía que cada lunar era una peca de ángel… ¡Qué cosas!

Pero bueno, volviendo al tema serio, sí, tengo varios que son grandecitos y con formas raras. La verdad, al principio me preocupé un poco.

Después de investigar un poco, descubrí lo de los “nevos atípicos” o “displásicos”. Parece que si son hereditarios, como que ya viene en el pack familiar. En mi caso, creo que mi padre también tiene algunos parecidos.

Igual, lo que sí me quedó claro es que tener muchos lunares – más de 50, según leí – aumenta el riesgo de melanoma. ¡Ojo ahí! Yo creo que tengo más de 50, seguramente. Creo que en la espalda tengo como un mapa estelar de puntitos marrones.

Y lo que sí me sorprendió es que también se asocia a un posible mayor riesgo de cáncer de mama. La verdad, no tenía ni idea. Así que, chicas, ¡a chequearse!

Yo, por si las moscas, me hago revisar la piel una vez al año por el dermatólogo. Me acuerdo que la última vez, en marzo del año pasado, en la clínica de la calle Rivadavia, me cobraron como 2500 pesos la consulta. Más vale prevenir, ¿no? Mejor gastar esa plata que lamentar después.

Muchos lunares: Información clave:

  • Nevos atípicos/displásicos: Lunares grandes con bordes irregulares, a menudo hereditarios.
  • Riesgo de melanoma: Más de 50 lunares aumentan el riesgo.
  • Posible riesgo de cáncer de mama: Asociado con un número elevado de lunares.

¿Qué hago si tengo muchos lunares?

Muchos lunares? ¡Al dermatólogo! La clave es la revisión periódica. No te la juegues. Mi propia experiencia con un lunar sospechoso me enseñó la importancia de la prevención. Una simple revisión anual puede ahorrarte muchos disgustos.

Un lunar que sangra, inflamado, gigante, multicolor o con bordes irregulares… ¡alerta roja! Necesitas atención médica inmediata. No es broma. Consulta a un especialista, ya. La procrastinación en este asunto puede tener consecuencias graves. ¡Actúa!

  • Cambios bruscos: Tamaño, color, forma…cualquier alteración significativa debe examinarse.
  • Síntomas preocupantes: Sangrado, picor persistente, inflamación… no los ignores.
  • Revisión preventiva: Visita anual al dermatólogo, imprescindible. Yo mismo la agendo con anticipación en mi calendario. ¡Es fundamental!

La detección temprana es fundamental para un diagnóstico preciso. Recuerda que la melanina, la responsable de la pigmentación de la piel, puede comportarse de manera impredecible. Es fascinante, pero también una potencial fuente de problemas si no se la vigila. ¡No lo olvides! A veces nos centramos en lo estético, olvidando el peligro latente.

Anotaciones:

  • En 2024, la campaña de prevención del cáncer de piel ha impulsado las revisiones dermatológicas.

  • Algunos estudios relacionan la exposición solar excesiva durante la niñez con un mayor riesgo de melanoma.

  • El dermatoscopio es una herramienta clave para el diagnóstico preciso.

    Repito: Visita regular al dermatólogo. ¡No lo dejes para mañana! Es un consejo que, desde mi experiencia personal, te doy con total convicción. La salud es lo primero.

¿Cuántos lunares son normales tener?

Aquí va… supongo.

La pregunta era sobre los lunares, ¿no? Cuántos son “normales”.

  • Normal… qué palabra extraña. Siempre odié esa palabra.
  • Entre 10 y 40 lunares. Eso dicen. ¿Pero quién cuenta?
  • Lunares… como constelaciones en mi propia piel. Marcas del tiempo.

Yo tengo más de esos. Muchos más. Recuerdo cuando era niño, mi abuela decía que cada uno era un beso de sol. Ahora solo veo… no sé. Cicatrices de algo que nunca pasó.

  • Cada lunar es un secreto a voces. Una historia incompleta.
  • El lunar que tengo en la muñeca… me recuerda al pueblo donde nací. Polvo y sol.

A veces pienso que si pudiera borrarlos todos, también borraría los recuerdos. Pero, ¿quién sería entonces?

  • ¿Borrarlos? Imposible. Son parte de mí, aunque no quiera.

Supongo que… está bien tener muchos. O pocos. Al final, ¿qué importa? La piel solo es el envoltorio. Lo que hay dentro… eso es lo que asusta de verdad.

¿Por qué me están saliendo muchos lunares?

Los lunares, constelaciones en nuestra piel, un mapa personalísimo… Sol y herencia, dos pinceles que dibujan esos puntos.

  • El sol, ese amante inclemente, que besa y quema. ¡Protección! Siempre.
  • La sangre, el eco de los abuelos, la herencia grabada a fuego lento.

Pienso en mi abuela, que tenía la espalda llena, llena, como un cielo estrellado. Yo, en cambio, solo unos pocos, pero… ¿aparecen más?

Cuidado con el sol, repito, cuidado con el sol. Pantalla solar, siempre, incluso en esos días grises que engañan.

¿Genética? Imposible escapar. Observo a mis padres, busco patrones, similitudes. Quizá ahí esté la respuesta, o al menos, una parte.

El sol, el sol, el sol. El gran culpable. Me acuerdo de cuando era niño y jugábamos en la calle sin protección, sin nada. ¡Qué barbaridad!

  • Recuerdo el verano del 2023, abrasador, inclemente.
  • Y las quemaduras, el dolor, la piel roja como un tomate.

Pero no solo el sol, también la genética cuenta. Es como un juego de azar, una lotería que te toca o no te toca.

¿Qué causa la aparición de lunares?

¡Ay, madre mía, los lunares! Esos puntitos rebeldes que deciden instalarse en tu piel como si fueran okupas. ¿La razón de su aparición? ¡Pues menuda odisea!

Resulta que esos melanocitos, unas células que parecen tener una fiesta loca de pigmentos, se juntan como si fueran a una rave. ¡Y zas! ¡Lunar al canto! Es como si una manada de hormigas decidiera construir un hormiguero en tu brazo, pero en versión cutánea y con más estilo.

Son comunes como las canas en un abuelete. De hecho, yo tengo como 37 (los conté el otro día mientras me untaba crema de zanahoria – ¡recomendadísima, por cierto!), y eso que no he llegado a los 40 (aún!).

  • ¡Los melanocitos se agrupan como locos!
  • ¡Más lunares que estrellas en una noche despejada! (casi)
  • ¡Hasta los 40 años, siguen apareciendo estos bichitos!

En resumen, culpa de los melanocitos, esos artistas del pigmento. ¡Y que nadie se preocupe, que es más normal que tener un grano el día de una cita importante!

Mi vecina la Conchi, por cierto, tiene unos lunares que parecen constelaciones. ¡Es una maravilla, la envidio mucho! ¡Parece una galaxia en miniatura! Ella dice que son como mapas del tesoro… aunque el tesoro aún no lo hemos encontrado.

Recuerda: Consulta a un dermatólogo si te preocupa algún lunar. ¡No te automediques con cremas de zanahoria, que no es magia!

¿Cuándo es necesario quitar un lunar?

La piel, un mapa de silencios. Un lunar, una marca en ese mapa, a veces… inquietante. ¿Cuándo hay que preocuparse? Cuando la quietud se quiebra. Cuando el tiempo, ese río incesante, parece detenerse en ese punto oscuro.

El cambio. La transformación silenciosa. Ahí reside la clave. Un lunar, mi lunar, uno pequeño en la espalda, recuerdo que lo observé con más detenimiento el mes pasado, tras una caminata por el sendero de los pinos.

Asimetría. No es perfecto. No es redondo, como una gota de tinta perfecta. Es… irregular. Un eco de la imperfección inherente a la vida misma. Como las montañas que se elevan irregulares en el horizonte.

Bordes. Difusos. Desdibujados. Como un sueño que se desvanece al amanecer. No se definen con esa nitidez, con esa contundencia que la memoria necesita a veces.

Color. No uniforme. Un mosaico de tonos. Recuerdo la textura, una especie de terciopelo extraño. Ese color me perturba, ese tono azulado que a veces titila bajo la luz. Un color que me recuerda al mar en las noches tormentosas. Me llama la atención esa sombra que ha aparecido este año en una zona.

Diámetro. Mayor de seis milímetros. Ya no es una mota. Es un territorio. Un pequeño continente en mi piel. Es el recuerdo de un verano en la playa, de una infancia que se aleja.

La necesidad de quitarlo. La incertidumbre. La sombra de la duda que se extiende como la niebla. Eso es lo que te empuja a buscar ayuda. A que un profesional examine esa marca.

Puntos clave a considerar:

  • Asimetría: Forma irregular.
  • Bordes: Mal definidos, difusos.
  • Color: No uniforme, sombras, tonos azulados, rojizos o blancos.
  • Diámetro: Mayor de 6 mm.

Ese lunar… aún lo observo. Es una parte de mí, pequeña, pero presente. Un recordatorio de la fragilidad, de la belleza imperfecta. Y de la necesidad, a veces, de la intervención. El miedo se mezcla con la incertidumbre. El verano pasado, fui a un dermatólogo, el Dr. López, recomendado por mi hermana, y me revisó varios lunares. Todos en orden. Sin embargo, siempre queda la preocupación.

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