¿Qué se hereda de la madre y qué del padre?

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Heredamos la mitad de nuestro material genético (ADN) de cada progenitor: 50% de la madre y 50% del padre. Este legado genético se diluye con cada generación; por ende, compartimos alrededor del 25% del ADN con cada uno de nuestros abuelos. Los hermanos, por su parte, comparten en promedio el 50% de su ADN.

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El Misterioso Mosaico Genético: ¿Qué Herencia Recibimos de Mamá y de Papá?

Creemos que somos una mezcla única e irrepetible, y lo somos. Pero esa singularidad se construye sobre una base genética heredada, a partes iguales, de nuestros padres. Si bien sabemos que recibimos el 50% del ADN de la madre y el 50% del padre, la realidad de esta herencia es mucho más compleja y fascinante que un simple reparto equitativo. No se trata solo de la cantidad, sino de la calidad y la expresión de esos genes.

La idea de que la mitad del ADN proviene de cada progenitor es una simplificación útil, pero no explica la complejidad de la herencia. Ese 50% no se distribuye uniformemente como si se tratara de una mezcla homogénea. Pensar en ello como un mosaico de piezas de un rompecabezas, donde cada pieza (gen) puede tener variaciones (alelos) distintas aportadas por la madre y el padre, resulta más preciso.

Mientras que el reparto del ADN es aparentemente equitativo, algunos rasgos se expresan de manera diferente dependiendo de su origen. Esto se debe a un fenómeno llamado impronta genómica. Ciertos genes se “encienden” o “apagan” dependiendo de si provienen del óvulo o del espermatozoide. Esto significa que, aunque tengamos dos copias de un gen (una materna y una paterna), solo una puede estar activa, determinando la expresión del rasgo. Ejemplos de rasgos influenciados por la impronta genómica incluyen el tamaño al nacer, la susceptibilidad a ciertas enfermedades y ciertos aspectos del comportamiento.

Más allá de la impronta genómica, la herencia mitocondrial añade otra capa de complejidad. Las mitocondrias, las “centrales energéticas” de nuestras células, poseen su propio ADN, el ADN mitocondrial (ADNmt). Curiosamente, este ADN se hereda exclusivamente de la madre. Por lo tanto, el ADNmt nos proporciona un linaje materno ininterrumpido a través de las generaciones. Las variaciones en el ADNmt se han utilizado en estudios de genealogía y antropología para rastrear la migración humana a lo largo de la historia.

En resumen, la herencia genética no es una simple suma de partes iguales. Es un proceso intrincado donde la cantidad de ADN recibido de cada progenitor es 50%, pero la expresión de ese ADN está modulada por la impronta genómica y la herencia exclusiva del ADNmt materno. Esta intrincada danza genética crea la individualidad, configurando nuestra apariencia física, predisposición a enfermedades, y posiblemente, incluso algunos aspectos de nuestra personalidad. La comprensión de estos mecanismos es fundamental para avanzar en la medicina personalizada y el conocimiento de nuestra propia historia evolutiva.

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