¿Qué significa que no tienes ganas de comer?

¿Qué significa que no tienes ganas de comer? Uf… ¿a quién no le ha pasado? Es como si el estómago se te encogiera, ¿no? A veces, es una tristeza… una tristeza de esas que te dejan hueca, como un pozo sin fondo. Recuerdo una vez, después de… bueno, no importa. El caso es que no podía ni mirar la comida. Era como si mi cuerpo dijera: “¿Para qué? ¿Para qué alimentarme si el alma está rota?”. Como una piedra, sí, una piedra pesadísima en el estómago. Te aplasta, te impide hasta respirar hondo. ¿Comer? Imposible.

Otras veces, es el estrés. Ese estrés que te consume, que te chupa la energía. Como una lija por dentro, ¿sabes? Te deja seco, vacío. Y ahí estás, con la comida delante, y simplemente… no puedes. No entra. A mí me pasa con los exámenes. Días antes, apenas pruebo bocado. Me preocupa tanto el resultado que se me cierra el estómago. He leído por ahí que el estrés libera cortisol y que eso afecta al apetito, pero vamos, no hace falta ser científico para darse cuenta, ¿no?

También puede ser, claro, algo físico. Una gripe, un virus… Ahí ya es otra historia. Pero si no hay fiebre, si no hay dolor… a lo mejor es simplemente el alma la que está enferma. Un grito silencioso, como decían por ahí arriba. Un aviso. Como si tu cuerpo te dijera: “Para, escucha. Algo no va bien”. Y creo que deberíamos escucharle, ¿no crees? Prestar atención a esas señales, a esos silencios del estómago. A veces, una buena charla con un amigo, un paseo por el parque o simplemente… dejarse sentir, llorar si hace falta, puede ser el mejor alimento. Mucho mejor que cualquier plato, por muy rico que esté.