¿Cómo te das cuenta de que te desenamoraste?

¿Cómo te das cuenta de que te desenamoraste? Ay, qué pregunta tan difícil… ¿Cómo explicarlo? Es como si un día te despertases y… ¡pum!… la magia se esfuma. Para mí, empezó sutil, casi imperceptible, como una niebla que se va asentando poco a poco. Recuerdo que antes, ¡ay!, antes… me emocionaba hasta verlo llegar, su mensaje, su voz… Ahora… uff, a veces hasta me da pereza, ¿verdad que es horrible? Me da una pereza que me corroe por dentro, una flojera que antes no existía. Como esa vez que me invitó a ese concierto, ¿te acuerdas? Antes habría saltado de alegría. Esa vez… sentí más un “ah, bueno, vale”. Un vacío. Un suspiro largo y sin ganas.

Las discusiones… Dios mío, las discusiones. Antes eran chispas, debates apasionados, ¡hasta graciosos a veces! Ahora… son agotadoras, un peso enorme, una carga que me deja exhausta, ¿para qué seguir discutiendo si ya sé que no vamos a ninguna parte? Me pregunto a mí misma, una y otra vez: ¿De verdad vale la pena todo este esfuerzo? ¿Tanto desgaste por algo que… ya no siento? ¿Es esto? ¿Esto es todo?

Y el cariño físico… ah, ahí sí que se nota el bajón. No, no estoy hablando de sexo, sino de esas caricias espontáneas, esos abrazos que te quitan el frío, esas manitas que se toman de repente… Antes era una necesidad, un impulso natural. Ahora… hay que “hacerlo”, se siente forzado, una tarea más en la lista, y eso… eso es un vacío tan grande como un abismo. Es como si alguien hubiese apagado la luz, lentamente, hasta dejarte en la oscuridad más completa. Y sí, duele, duele un montón. Duele esa ausencia, esa falta de chispa, esa… no sé, esa sensación de… incompletitud. Como si te hubiesen robado algo irrecuperable, algo tan valioso como una joya, algo que era la luz de tu vida, ¡y ahora está apagada! Y no sabes ni cómo ni por qué. A veces me pregunto si fui yo, si lo arruiné. ¿Será que a todos nos pasa? ¿Cómo lo superas? Porque ahora mismo solo siento… un gran vacío.

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