¿Por qué el protector solar me broncea?

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El bronceado con protector solar, incluso de alto SPF, se debe a que ningún protector bloquea el 100% de la radiación solar. Parte de la radiación UVA y UVB penetra la piel, causando melanina y, por ende, bronceado. Aplicarlo correctamente minimiza el daño, pero no elimina el bronceado.

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¿Por qué me bronceo si uso protector solar? A veces me pregunto eso, ¿no? ¡Sobre todo cuando uso uno con SPF altísimo! Digo, se supone que te protege, ¿verdad? Pues sí, pero… La cosa es que ningún protector solar, ni siquiera ese que te cuesta un ojo de la cara, bloquea el 100% de los rayos del sol. Es como intentar parar la lluvia con un colador… algo pasa, ¿cierto?

Leí por ahí –no me acuerdo dónde, la verdad– que siempre algo de radiación UVA y UVB se cuela. Y claro, esa radiación es la que hace que nuestra piel produzca melanina. ¿Y qué es la melanina? ¡El bronceado! O sea, que aunque te embadurnes en crema, algo de colorcito vas a coger. Me acuerdo una vez, en la playa… Usé protector solar factor 50, ¡50! Y aún así, al final del día, estaba más morenita. No mucho, pero se notaba. Me dio un poco de rabia, para qué mentir.

Entonces, ¿para qué sirve el protector si igual me bronceo? Bueno, ahí está la clave. Lo importante no es evitar el bronceado por completo –aunque a veces me obsesiono con eso, lo admito– sino minimizar el daño. Es como… ¿cómo explicarlo? Imagina que el sol es una lluvia de piedritas. El protector solar es como un paraguas. Te va a proteger de la mayoría, pero alguna piedrita pequeña igual te va a dar. No te va a romper la cabeza, pero igual te deja una marquita. Con la piel es lo mismo. El protector reduce el impacto de los rayos UV, evitando quemaduras, envejecimiento prematuro y, lo más importante, el riesgo de cáncer de piel.

Así que, aunque te pongas morenita con protector, no significa que no esté funcionando. De hecho, es mejor broncearse poco a poco y con protección, que achicharrarse al sol como una gamba y luego pelarse. Yo aprendí la lección a las malas, con una quemadura horrible en la espalda… ¡ni te cuento! Desde entonces, protector solar a tope, aunque me broncee un poquito. Al final, es cuestión de salud, ¿no?

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