¿Qué echarme en un tatuaje recién hecho si no tengo crema?

¡Ay, Dios mío! ¿Qué hago? Se me olvidó la crema para mi tatuaje nuevo. ¿Cómo pude ser tan despistada? La angustia, ¿verdad? Esa sensación de que algo va mal, que le estás haciendo un daño terrible a tu obra de arte recién hecha… Ufff, me pasó algo parecido una vez, con mi primer tatuaje, una libélula que todavía llevo con orgullo, aunque al principio parecía que iba a quedar como un mapa topográfico de Marte después de mi torpeza.

Lo primero, lo más importante, ¡la limpieza! Agua tibia, jabón neutro, algo suavecito… como el que usaba mi abuela, que olía a lavanda y a recuerdos de infancia. Tres veces al día, eso sí, sin falta. Y luego, secarlo con mucho cuidado, con toquecitos, como si estuvieras secando a un gatito recién bañado. ¡Ni se te ocurra frotarlo! ¡Eso es pecado capital para un tatuaje fresco! Recuerda, es una herida abierta, aunque parezca que no.

Y lo del picor… ¡Ay, el picor! Es como si te hubieran plantado mil hormiguitas minúsculas bajo la piel, ¿no? Sé que pica como el demonio, que te dan ganas de rascarte hasta desgarrarte la piel… pero resiste. Resiste con todas tus fuerzas. Piensa en tu tatuaje, en lo bonito que va a quedar… ¡en el dinero que te costó! Yo, con la libélula, casi me vuelvo loca del picor, recuerdo que dormí sentada varias noches… ¡qué martirio!

En fin, paciencia. Ya verás como enseguida consigues la crema. Mientras tanto, higiene, toquesitos suaves y mucha fuerza de voluntad. ¡Ya casi lo tienes! ¡Ánimo!