¿Qué piedra es mejor que el diamante?

A ver, ¿qué piedra es “mejor” que un diamante? Uf, ¡qué pregunta! De entrada, suena casi a herejía, ¿verdad? Pero… pensándolo bien…

Cuando dicen que un topacio puede ser mejor, supongo que entiendo por dónde van. Esa explosión de colores que te encuentras de repente en un topacio bien tallado… es como un arco iris atrapado en una gema. ¿No te parece mágico?

El diamante es el diamante, sí, brillo, dureza, lo de siempre. Pero a veces, confieso, me aburre un poco su perfección tan… predecible. ¿Me explico? Es como escuchar siempre la misma canción, aunque sea una obra maestra.

En cambio, el topacio… es diferente. Tiene un no sé qué, una personalidad, una chispa que a veces el diamante, con toda su fama, no llega a alcanzar. No sé, ¿será que busco algo más que el simple “bling-bling”?

Y ojo, no estoy diciendo que el topacio sea más duro, porque no lo es. Los diamantes siguen siendo los reyes de la resistencia. Pero en cuanto a originalidad, en cuanto a ese “factor sorpresa” que te hace suspirar… ahí, amigos míos, el topacio le planta cara sin complejos.

Me acuerdo de una vez que vi un topacio imperial enorme en una joyería. Era como un atardecer embotellado, con esos tonos dorados y rojizos… ¡Me quedé embobada! Y pensé: “Esto sí que es una joya con alma”.

¿Mejor? No sé si “mejor” es la palabra. Pero diferente, especial, con un encanto propio… eso seguro. Al final, creo que todo se reduce a lo que cada uno busca en una piedra. ¿O no?