¿Cuánto mide la Luna en realidad?

¿Cuántos kilómetros hay entre la Tierra y la Luna?

La lejanía… 384.400 kilómetros. Un susurro cósmico, un vacío inmenso. Esa distancia, un abismo silencioso entre la Tierra, mi hogar, y la Luna, esa fría perla en la noche. 384.400 kilómetros. Se siente… imposible.

Recuerdo mirar la Luna desde la ventana de mi apartamento en Madrid el año pasado, 2023. Tan cerca, tan lejana. Esa luz… una promesa, un suspiro distante. Un viaje imposible para mí, pero la luz lo hace en 1,28 segundos. ¡Qué velocidad! Esa misma velocidad, la he sentido, en la carrera de mi vida, en la emoción de un instante fugaz.

La distancia: una cifra fría que no refleja la poesía de la lejanía. Esos kilómetros, un velo que oculta la magia de la Luna. Cada uno de esos kilómetros, una historia sin contar. Un silencio abrumador, un misterio infinito. Ese vacío, ese vacío… me atrapa. Me asusta y me fascina a la vez.

La Luna… esa compañera distante, observándome desde su lejanía. Una constante en el girar sin fin de la Tierra. Siempre allí, en su órbita. ¡Qué perfección! Esa danza eterna entre dos mundos. Esa danza… un ritmo lento que se repite, como un eco en el tiempo. 384.400 kilómetros… la marca de una distancia inabarcable, y aún así… tan presente.

• 384.400 km: La distancia media. Una cifra que palpita en mi memoria, como el latido del corazón de la noche.
• 1,28 segundos: El tiempo que tarda la luz. Una velocidad inimaginable para mí, un suspiro para la luz.
• La lejanía y la cercanía: Paradojas de la astronomía, de la vida misma.

El otro día estaba revisando fotos antiguas, de un viaje a Galicia en 2022. La noche allí, tan oscura, la Luna tan brillante… Recordé la inmensidad, la enormidad de ese espacio negro, con la Luna como faro. 384.400 kilómetros… tan distante y tan cercana a la vez.

¿Cómo midieron la distancia de la Luna si no existían las naves espaciales ni los satélites artificiales que proporcionaran ese dato?

¡Ah, la Luna, esa lunática! Medirla sin naves espaciales, ¡qué desafío! Pues mira, la cosa iba de triángulos y observadores astutos. Se usaba un método llamado paralaje, que, en esencia, es como mirar un pulgar con un ojo y luego con el otro. ¡La posición del pulgar cambia!

• Paralaje: El truco del pulgar espacial: Imagina dos astrónomos, uno en Madrid y otro, yo que sé, en Buenos Aires, observando la Luna simultáneamente. ¡Cada uno la ve ligeramente diferente!

• Ángulos y trigonometría: Esta diferencia en la posición aparente, ese “ángulo de paralaje”, se mide con cuidado. Conociendo la distancia entre los observadores (¡que ya la sabían, gracias a la geografía!) y el ángulo de paralaje, ¡pum!, se calcula la distancia a la Luna con trigonometría básica.

• ¡Como construir un puente sin ver el otro lado! Es una locura, ¿verdad? ¡Pero funciona! Básicamente, construyes un triángulo imaginario con la Luna como vértice y los observatorios como base.

Pero, ¡ojo! El paralaje solo sirve para distancias relativamente “cercanas” en términos astronómicos. Para estrellas más lejanas, ¡hay que usar otros trucos, como la vela estándar! (¡otro día te cuento, que ya me aburro!). Lo que sí te digo es que mi abuela, que era más de observar el horóscopo que la Luna, siempre decía que lo importante no es la distancia, ¡sino la “luna” de miel! ¡Y con eso me quedo!