¿Por qué una estrella cambia de color?

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Las estrellas muestran diferentes colores debido a sus temperaturas superficiales. Al igual que un metal al calentarse, las estrellas emiten luz de tonalidades diversas según su calor. Cuanto más caliente, más azul o blanco el brillo.
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El Arcoíris Estelar: ¿Por qué las estrellas cambian de color?

El cielo nocturno, un lienzo salpicado de incontables puntos de luz, nos ofrece un espectáculo fascinante. Más allá de su simple brillo, las estrellas revelan una paleta cromática sorprendente: desde el rojo intenso de Betelgeuse hasta el azul eléctrico de Rigel. Esta diversidad de colores no es caprichosa, sino una manifestación directa de un factor fundamental: la temperatura superficial de la estrella.

Imaginemos un herrero trabajando el metal. A medida que el metal se calienta en el yunque, su color cambia, pasando del rojo oscuro al anaranjado, luego al amarillo, blanco y finalmente, a un blanco azulado intenso. Las estrellas siguen un proceso análogo, aunque a escalas inimaginables. La luz que emiten no es más que radiación térmica, resultado de la enorme energía generada en su núcleo por la fusión nuclear. La temperatura de la superficie es la clave para determinar el color que percibimos desde la Tierra.

Las estrellas más frías, con temperaturas superficiales relativamente bajas (alrededor de 3.000 Kelvin), emiten una luz predominantemente roja. Este es el caso de las gigantes rojas, estrellas que se encuentran en una etapa avanzada de su vida, habiendo agotado gran parte de su hidrógeno y expandido considerablemente su tamaño. A medida que la temperatura superficial aumenta, la radiación se desplaza hacia el espectro visible, pasando por los tonos anaranjados y amarillos (como nuestro Sol, con una temperatura superficial de aproximadamente 5.500 Kelvin).

Las estrellas más calientes, con temperaturas superficiales superiores a 10.000 Kelvin, emiten luz en el rango azul y blanco. Estas estrellas, a menudo más jóvenes y masivas que las rojas, presentan una luminosidad intensa y una vida mucho más corta. Su color azul intenso es una señal inequívoca de su elevada energía.

Es importante destacar que el color que observamos no es una representación precisa de la totalidad de la radiación emitida por la estrella. Las estrellas también emiten luz en longitudes de onda invisibles para el ojo humano, como la infrarroja y la ultravioleta. Sin embargo, el color visible nos proporciona una valiosa información sobre su temperatura superficial y, por extensión, sobre su etapa evolutiva y características físicas.

En definitiva, la diversidad de colores en el cielo nocturno no es un mero capricho estético, sino una ventana hacia los complejos procesos físicos que rigen la vida y la muerte de las estrellas, un testimonio silencioso de las inmensas fuerzas que moldean nuestro universo. Al observar el color de una estrella, estamos observando, en esencia, su temperatura y, por lo tanto, una parte fundamental de su historia.