¿Qué evidencia encontró Wegener para Pangea?

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La evidencia de Wegener para Pangea incluyó la correspondencia de formaciones rocosas y la presencia de fósiles idénticos, como los helechos Glossopteris, en continentes actualmente distantes. Esta distribución biogeográfica, inexplicable con la configuración actual, apuntaba a una masa continental unificada en el pasado.
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El Rompecabezas de Wegener: La Evidencia Irrefutable de Pangea

Alfred Wegener, meteorólogo alemán, revolucionó la geología con su controvertida teoría de la deriva continental, que postulaba la existencia de un supercontinente único, Pangea, que se fragmentó y dio lugar a los continentes que conocemos hoy. A pesar de la inicial resistencia de la comunidad científica, la evidencia que Wegener recopiló fue, y sigue siendo, convincente. Su argumentación se basó en una meticulosa observación y correlación de datos provenientes de diversas disciplinas científicas, creando un rompecabezas geológico que apuntaba inequívocamente a un pasado conectado.

Uno de los pilares de la teoría de Wegener fue la correspondencia de formaciones geológicas. Observó que las líneas costeras de continentes como Sudamérica y África encajaban sorprendentemente bien, como piezas de un gigantesco rompecabezas. Esta simple observación visual, aunque inicialmente subestimada, se vio reforzada por la constatación de que las formaciones rocosas, incluyendo tipos específicos de montañas y secuencias sedimentarias, presentaban una continuidad a través de los océanos que ahora separan estos continentes. Era como si la misma cadena montañosa, erosionada y desplazada, continuara su recorrido a través del Atlántico, un indicio irrefutable de una conexión anterior.

Sin embargo, la evidencia más contundente provino del campo de la paleontología. La distribución de ciertos fósiles en continentes actualmente separados resultaba inexplicable bajo el paradigma geológico imperante. Wegener destacó la presencia de fósiles idénticos de plantas y animales en regiones geográficamente distantes, como el caso paradigmático del helecho Glossopteris. Este helecho, de características subtropicales, se encontraba en yacimientos fósiles de Sudamérica, África, India, Australia y Antártida. La dispersión de estas semillas, incluso con la ayuda del viento o las corrientes marinas, resultaba improbable a las distancias actuales. La única explicación plausible era que estos continentes estuvieran unidos en el pasado, permitiendo la libre dispersión de flora y fauna. Esta distribución biogeográfica, considerada por Wegener como una prueba contundente, apuntaba hacia un único ecosistema que se extendió sobre un supercontinente.

Más allá de Glossopteris, Wegener documentó la presencia de otros fósiles idénticos en continentes separados, incluyendo reptiles mesozoicos como los Lystrosaurus (reptiles terápsidos) y los Cynognathus (cinodontes), que no poseían la capacidad de atravesar océanos. La evidencia fósil, combinada con la correspondencia geológica, formaba un argumento sólido, aunque en su época careciera del mecanismo que explicara el movimiento de las masas continentales – un mecanismo que posteriormente aportaría la teoría de la tectónica de placas.

En conclusión, la evidencia recopilada por Wegener para sustentar su teoría de Pangea fue variada y convincente, abarcando campos como la geología y la paleontología. La correspondencia de formaciones rocosas y, sobre todo, la distribución inexplicable de fósiles idénticos en continentes separados, constituyen una prueba irrefutable de la existencia de un supercontinente en el pasado remoto de la Tierra. Aunque inicialmente criticado, el trabajo de Wegener sentó las bases para una nueva comprensión de la dinámica terrestre, abriendo el camino hacia la revolucionaria teoría de la tectónica de placas.