¿Qué experimento demostró que la velocidad de la luz es constante?

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Los experimentos de Michelson-Morley y Kennedy-Thorndike, al no detectar el éter luminífero, fueron cruciales para establecer la constancia de la velocidad de la luz en el vacío, un pilar fundamental de la teoría de la relatividad. Su fracaso en encontrar una velocidad preferencial de la luz refutó la física clásica.

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La Caída del Éter Luminífero: Cómo Michelson-Morley y Kennedy-Thorndike Revelaron la Constante Velocidad de la Luz

La física clásica, en el siglo XIX, se basaba en la concepción de un medio invisible, el éter luminífero, a través del cual se propagaba la luz. Se imaginaba al éter como un marco de referencia absoluto, inmóvil, respecto al cual se mediría la velocidad de la luz. Análogamente a como un barco se mueve más rápido o más lento según la corriente, se creía que la velocidad de la luz debería variar dependiendo del movimiento de la Tierra a través del éter. Esta suposición, aparentemente lógica, fue desafiada de manera contundente por dos experimentos cruciales: el experimento de Michelson-Morley y el de Kennedy-Thorndike.

El experimento de Michelson-Morley, realizado en 1887 por Albert Abraham Michelson y Edward Morley, pretendía detectar el “viento de éter”, es decir, la diferencia en la velocidad de la luz en la dirección del movimiento de la Tierra a través del éter y en la dirección perpendicular. Utilizaron un interferómetro, un dispositivo que compara la longitud de dos haces de luz que viajan por caminos diferentes. Si existiera el viento de éter, se esperaría una diferencia en el tiempo de llegada de los haces, detectable como un patrón de interferencia. Sin embargo, el resultado fue asombroso: no se detectó ninguna diferencia. El experimento fue repetido con mayor precisión en diversas épocas del año y lugares, siempre con el mismo resultado nulo.

Mientras que el experimento de Michelson-Morley buscaba detectar la influencia del movimiento terrestre en la velocidad de la luz a través de un cambio en la dirección, el experimento de Kennedy-Thorndike, realizado en 1932 por Roy J. Kennedy y Edward M. Thorndike, abordó el problema desde una perspectiva diferente. Este experimento examinó si la velocidad de la luz dependía de la velocidad de la fuente (la Tierra) y de la dirección del movimiento. Igual que su predecesor, este experimento también obtuvo un resultado nulo, demostrando que la velocidad de la luz permanece constante independientemente de la velocidad y dirección del movimiento de la fuente y del observador.

La implicación de estos resultados fue revolucionaria. La ausencia de un viento de éter significaba que no existía un marco de referencia absoluto para la luz. La velocidad de la luz en el vacío, aproximadamente 300.000 kilómetros por segundo, no era relativa al movimiento de la Tierra o de cualquier otro observador, sino una constante universal. Este descubrimiento, aparentemente simple, demolió los cimientos de la física clásica y abrió el camino para el desarrollo de la teoría de la relatividad especial de Einstein.

El fracaso en encontrar una velocidad preferencial de la luz, demostrado por la ingeniosa experimentación de Michelson-Morley y Kennedy-Thorndike, no fue solo un resultado experimental; fue una profunda revolución conceptual que transformó nuestra comprensión del espacio, el tiempo y la naturaleza de la realidad misma. Estos experimentos, a pesar de su aparente simplicidad, representan un hito fundamental en la historia de la ciencia, estableciendo la constancia de la velocidad de la luz como uno de los postulados más importantes de la física moderna.